Su música forma parte de la mejor cultura de la Cristiandad
El gran compositor inglés William Byrd (1540-1623) dejó más de cuatrocientas piezas musicales y fue un fiel católico recusante. Julian Kwasniewski recuerda su historia en Catholic World Report (los ladillos son de ReL):
Un Byrd indómito: recuerdo de un gran compositor recusante
El pasado 4 de julio se cumplieron 400 años de la muerte del gran compositor recusante William Byrd. El legado de Byrd incluye más de cuatrocientas piezas musicales, y su vida nos recuerda que, incluso en tiempos de persecución, el gran arte católico sigue siendo posible y merece la pena.
Por muy ocupados que estemos, la música católica de Byrd merece que le dediquemos unos minutos de nuestro tiempo, pues es uno de los muchos tesoros de la cultura -tanto natural como sobrenatual- de la Iglesia con los que nuestra vida necesita enriquecerse. Por consiguiente, todo este año de aniversario es una oportunidad para descubrir su música y su significado.
Un católico de origen protestante
William Byrd nació hacia 1540, hijo de Thomas y Margery Byrd, probablemente en Londres. Su familia era acomodada y musical. Sus hermanos eran comerciantes y sus hermanas probablemente también se casaron con mercaderes; uno de sus cuñados era lutier.
La religión de Byrd en su infancia es incierta; es probable que su familia fuera protestante. Byrd fue probablemente miembro del coro de la Capilla Real, bajo la dirección de Thomas Tallis, otro brillante compositor de la época que permaneció católico mientras trabajaba en la Inglaterra de la Reforma.
El primer cargo importante de Byrd fue el de organista y director musical de la catedral de Lincoln, una de las más grandes y magníficas de Inglaterra. Aquí tuvo que proporcionar música para los servicios anglicanos, navegando entre los que disfrutaban de la espléndida música eclesiástica y los puritanos como el archidiácono John Aylmer.
En el documental de la BBC sobre Byrd, Playing Elizabeth's Tune, el director de orquesta Charles Hazlewood compara la florida firma de Byrd con la sencilla y angulosa de Aylmer, una pintoresca manifestación de las diferencias que acabarían provocando la suspensión de Byrd como director de coro, probablemente debido a su elaborada interpretación del órgano y la polifonía.
En 1568, cuando estaba cerca de la treintena, Byrd se casó con Juliana Birley. De su unión nacieron al menos siete hijos. Quizá fue Juliana quien inclinó a Byrd hacia el catolicismo; al cabo de pocos años, él se relacionaba con católicos conocidos.
William Byrd debió convertirse al catolicismo tras su matrimonio con una católica.
En la Inglaterra de la época, todos debían asistir a los servicios religiosos anglicanos. Se llevaban registros de asistencia, y los ausentes eran denunciados y llamados a rendir cuentas como "recusantes", es decir, personas que desdeñan el requisito legal. Esto solía acarrear penas como multas, ya que la lealtad al gobierno secular se entrelazaba con la religión desde que Enrique VIII se había declarado jefe de Inglaterra tanto en asuntos espirituales como temporales.
La propia esposa de Byrd, Juliana, fue citada por recusación a partir de 1577, mientras que él comenzó a aparecer en las listas de recusación a partir de 1584.
Contemporización por ambas partes
Al obtener en 1572 un puesto en el prestigioso conjunto musical de la corte, la Capilla Real, el catolicismo de Byrd fue tolerado. En Playing Elizabeth's Tune, Christopher Haigh, de Christ Church (Oxford) sugiere que la presencia de "católicos mansos" como Byrd en la corte era útil para la publicidad de la reina Isabel. "Qué tolerante y generosa es al permitir cierta libertad de conciencia; no es una puritana grosera sin gusto por las artes", dirían algunos.
Por un lado, Byrd firmó un juramento por el que reconocía a Isabel como jefa suprema de Inglaterra en asuntos espirituales y temporales, pero, al mismo tiempo, parece haber recibido algún tipo de licencia para practicar el catolicismo, eludiendo a menudo (al menos durante este periodo) las multas asociadas a la recusación. Byrd consiguió conservar el favor y la confianza de la reina sin dejar de confraternizar con destacados católicos, incluidos sacerdotes.
"Vigilate": las tribulaciones
Muchos estudiosos consideran que las selecciones de texto que hacía Byrd para sus motetes reflejan el clima en el que practicaba su catolicismo: motetes como su Vigilate [Velad] a cinco voces abordan temas de persecución, dolor y vigilancia: "Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al anochecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o por la mañana: velad, pues, no sea que viniendo de repente, os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: velad" (Mc 13, 35-37).
Se trata de una pieza llena de tensión, no solo admonitoria, sino que exige vigilancia para cantarla. Byrd utiliza notas rápidas y síncopas para crear una atmósfera de energía. Su figuralismo [word painting: técnica de composición aplicada a la música vocal, que literalmente quiere decir "pintar (musicalmente) las palabras"] es dramático: en la palabra "gallicantu" (canto del gallo), las partes ascienden en rápidas cascadas de notas, un canto estilizado. Un grupo de ocho notas pasajeras en todas las partes son tan repentinas como la palabra a la que dan lugar: "repente", mientras que inmediatamente después los valores temporales se alargan en "durmientes" en un pasaje onírico lleno de cromatismo y suspensiones. Dos excelentes grabaciones de esta pieza son las de los estudiosos Apollo5 (que incluye la partitura) y Voces8.
Hacia 1594, la participación de Byrd en la Capilla Real disminuyó y se trasladó al pueblo de Stondon Massey, en Essex, donde vivió el resto de su vida. La proximidad a su mecenas, el barón John Petre, fue probablemente la razón principal del traslado.
Misas secretas
Recusante tranquilo, John Petre era un músico de talento por derecho propio que estaba bien equipado con instrumentos: laúd, cinco violes, virginales y órgano. Se sabe que Byrd llevó músicos a la residencia del barón para entretenerle en varias ocasiones y que proporcionó música para misas secretas.
Un testigo ocular recuerda haber encontrado al mártir jesuita Henry Garnet "en compañía de varios jesuitas y caballeros, que tocaban música: entre ellos el señor William Byrd, que tocaba el órgano y muchos otros instrumentos. A esa casa acudían, sobre todo en los días solemnes observados por los papistas, muchos nobles y muchas damas en carruaje o por otros medios" (citado por Philip Caraman en Henry Garnet (1555-1606) y el complot de la pólvora.
A pesar de las adversas condiciones en las que tuvo que vivir y trabajar, la ambiciosa música sacra de Byrd sigue figurando entre las más bellas del alto Renacimiento. Aunque composiciones como su Misa a tres voces podrían haber sido cantadas por músicos inexpertos, algunas de sus otras obras son bastante difíciles.
A diferencia de sus contemporáneos del continente Andrea y Giovanni Gabrieli, Byrd no disponía de docenas de músicos para los que componer obras policorales. Gran parte de la música vocal de Byrd, aunque difícil, está compuesta para media docena de cantantes o menos. El Miserere a5 de Byrd cantado por el consort vocal británico The Gesualdo Six es un excelente ejemplo de lo rica que puede ser una textura musical creada con cinco líneas de música.
Se requiere una excelente musicalidad para hacer tal música; pero solo cinco músicos, no la docena o más que requerirían las obras de Gabrieli.
(Esta interpretación del Suscipe clementissime Deus de Giovanni Gabrieli...
...es un buen ejemplo de una composición continental que requeriría al menos catorce intérpretes.)
Uno de los motetes más famosos y queridos de Byrd, el Ave Verum a cuatro voces, es otro exquisito ejemplo de cuán pocas voces se necesitan para crear una pieza de polifonía verdaderamente intemporal. La interpretación de The Gesualdo Six nos permite escuchar cómo podría haber sonado históricamente cuando lo cantaban solo voces masculinas.
Como ya se ha señalado antes, Byrd también compuso música para los servicios anglicanos, tanto en inglés como en latín. Aunque su corpus de música sacra está dominado por los textos latinos, su música inglesa no es menos magistral.
Música anglicana y secular
La virtuosa interpretación de Voices8 de Praise our Lord all ye Gentiles muestra un estilo musical comparable al de su polifonía latina, al tiempo que revela sensibilidad hacia la diferente acentuación del inglés. Los complejos contrarritmos de las distintas voces, así como la imitación melódica, crean una textura de una riqueza extraordinaria.
Una pieza intimista que en principio parece laica es su Lulla, lullaby, un poema en el que la Virgen María canta al Niño Jesús una canción de cuna deplorando la matanza de los Santos Inocentes por Herodes. El cambio de compás en la segunda parte crea una sensación de agitación, que comienza irónicamente con las palabras "Be still my blessed babe". A continuación, el estribillo: "¡Ay del día triste y afligido en que los desgraciados hacen su voluntad!".
Una de mis interpretaciones favoritas es la de Sarah Richards y Les Luths Consort; la delicada y cadenciosa voz de Richards complementa a la perfección los laúdes para crear un sonido intensamente doméstico.
Un efecto diferente es el que producen The Sixteen, interpretándola como una pieza totalmente coral, un ejemplo de la variedad de instrumentación que permite la música renacentista.
No toda la música inglesa de Byrd fue una concesión al anglicanismo. Su Why do I use my paper, ink and pen? es una adaptación de un poema de San Enrique Walpole compuesto para conmemorar la muerte de San Edmundo Campion, quien, por cierto, fue un contemporáneo de Byrd, pues nació en 1540, el año en que se cree nació el propio Byrd.
Amplio repertorio de música instrumental
Sin embargo, Byrd no fue solo un compositor de música sacra. Su música para conjuntos y teclado fue virtuosa y pionera. Escribió para casi todos los instrumentos musicales disponibles entonces, excepto quizá el laúd.
Como yo toco el laúd, solo puedo especular con la posibilidad de que esto se debiera a que no se sentía cómodo componiendo para un instrumento que no tocaba, sobre todo porque había muchos laudistas contemporáneos que podían y arreglaban su música para su instrumento. Un ejemplo interesante es una de sus fantasías -presumiblemente pensada para viola de gamba- interpretada por Les Luths Consort con cuatro laúdes.
El consort de violas -formado normalmente por entre cuatro y siete violas- fue una creación especial del Renacimiento inglés. La viola da gamba es muy parecida al violonchelo moderno, pero hay diferencias importantes. Sus cinco a siete cuerdas están afinadas de forma diferente y el instrumento se sostiene entre las piernas ("viola da gamba" significa "viola de las piernas" en italiano). Hay varios tamaños de viola, desde soprano hasta bajo. Su sonido es notablemente más delicado y meloso que el de la familia del violín, aunque el concepto de cuarteto de cuerda es muy similar al de un consort de violas.
La música compuesta para consort de violas en la Inglaterra isabelina utilizaba esencialmente el mismo vocabulario musical de la polifonía, en el que cada viola interpretaba una parte. De hecho, la interpretación de música vocal con violas era habitual, y es probable que la música vocal de Byrd se interpretara a menudo con una combinación de voces y violas. Una pieza famosa para consort de violas es In Nomine a4 de Byrd.
Aunque Byrd no compuso mucha música secular aparte de la instrumental mencionada, sí dejó algunas joyas para adornar la tradición del madrigal inglés. En palabras de Susan Treacy, Though Amarillis dance in green de Byrd se encuentra "entre lo mejor del jardín de madrigales de Inglaterra" (La música de la Cristiandad). Fretwork, uno de los principales consorts de violas de Inglaterra, tiene una encantadora interpretación con la soprano Grace Davidson.
Byrd siguió viviendo en Stondon Massey hasta su muerte. Aunque parece que empezaron a imponerle multas más elevadas después de mudarse de Londres, murió rico.
En la década de 1590, o poco después, compuso misas a tres, cuatro y cinco voces. Aunque probablemente solo estaban pensadas para su uso en hogares de recusantes, las mandó imprimir e incluyó audazmente su nombre en cada página de la música; quizá no era tan "manso" como algunos pensaban.
Se trata de las primeras partituras de misa compuestas en Inglaterra desde la restauración bajo la reina María en la década de 1550. Aunque los textos de misa están acompañados de una música sublime, el figuralismo está relativamente ausente o hay un escaso énfasis, excepto en las palabras del Credo ...et unam sanctam catholicam et apostolicam Ecclesiam. En cada composición, todas las voces se unen, enfatizando estas palabras con la claridad de la homofonía.
La necesidad de una cultura católica
La dedicación de Byrd a su fe quedó confirmada en su testamento, donde escribió que deseaba morir como había vivido: "Y que pueda vivir y morir como un verdadero y perfecto miembro de su santa Iglesia Católica, sin la cual creo que no hay Salvación". También pidió ser enterrado "cerca del lugar donde yace enterrada mi esposa".
Aunque he hablado principalmente de su vida como músico, la vida de Byrd como católico recusante debería servir de inspiración a los católicos de hoy, que se enfrentan a diversos grados de persecución no solo por parte de los gobiernos seculares, sino también dentro de la propia jerarquía de la Iglesia. Figuras como Byrd nos recuerdan que la creación de grandes obras de arte es posible incluso en tiempos de adversidad.
La música de Byrd forma parte de esa cultura que nos corresponde por derecho como católicos y herederos de la Cristiandad europea. Nos corresponde conocerla y transmitirla. Como ha comentado Joseph Shaw en La liturgia, la familia y la crisis de la modernidad, la cultura que necesitamos como individuos y familias no es simplemente devocional. La necesidad de crear "un ambiente en el que padres e hijos puedan sentirse verdaderamente en casa no se construye exclusivamente sobre la oración y los sacramentos. La familia necesita cultura. Necesita una tradición de cocina, de ropa, de arquitectura, de decoración del hogar; necesita villancicos y cuentos de hadas... La cultura católica es una cultura natural y sobrenatural, y es tarea de la familia mantenerla, desarrollarla y transmitirla".
Música como la de Byrd es un excelente término medio entre lo puramente secular y lo religioso. Inspirada principalmente en el culto litúrgico, puede considerarse arte por sí misma. En una época en la que apenas es posible para los católicos sinceros seguir las tendencias degradantes de la cultura secular y resulta difícil conciliar la vivencia de la fe tradicional con las actitudes de muchos líderes católicos, aumenta la sensación de que los católicos fieles son recusantes. En la lucha contra lo que Shaw llama la "captura final de la Iglesia como institución humana por parte de sus enemigos", será el "rechazo de los católicos de a pie a secundar" la secularización de la Iglesia lo que, en última instancia, preservará la fe.
Inspirémonos, pues, en la vida de William Byrd. Dediquemos tiempo a empaparnos de la belleza que encierra su música; ese alimento sosegado en el arte trascendente dará, como la oración, profundidad y piedad a nuestra recusación. Ese alimento impedirá que nuestros sentidos y nuestras almas se vean embotados por la banalidad y la fealdad omnipresentes en nuestro mundo.
Escucha, y no dejes que ningún monarca, reforma o católico liberal te amanse.
Traducido por Helena Faccia Serrano.
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