Entrevista a Fernando Cuevas: la «ficha» pone la edad, la altura... y la vinculación con la Iglesia
"Bajo la cinta de plata de la mañana, y sobre el reflejo azul del mar, el bote llegó a la costa de Harwich y soltó, como enjambre de moscas, un montón de gente, entre la cual ni se distinguía ni deseaba hacerse notable el hombre cuyos pasos vamos a seguir".
Así comienza el capítulo titulado La cruz azul de Las Aventuras del Padre Brown, de Chesterton. Si bien el autor está describiendo a un inspector, la cita podría aplicarse también a la historia de Fernando Cuevas.
100 solicitudes diarias
No es solo su historia, es también la de Marta y Pablo, de Juan y Sara, de Pedro y Carmen, entre muchos otros que se conocieron después de enviar un whatsapp a este sacerdote valenciano. Su historia de amor comienza con un chat. Piden "la ficha", la cual completan con su edad, altura, intereses y grado de compromiso con la Iglesia. Una sencilla descripción que les hace candidatos a conocer a otro católico con sus mismos intereses y que viva en la misma ciudad.
"Pero te llevas también muchas sorpresas, muchas sorpresas, porque claro, la elección la hacen ellos no yo", asegura el sacerdote que muchos jóvenes ahora llaman el cura Tinder. Recibe casi 100 solicitudes diarias de católicos que buscan una persona con quien puedan compartir un proyecto de vida.
Tenía la costumbre de quedar con jóvenes para las direcciones espirituales. Mirarles a la cara, escuchar sus angustias y sus deseos. Es ahí cuando encuentra un común denominador entre ellos: una sed de amar. "Esto nace de una necesidad que detecté hace 14 años. Tremenda necesidad de encontrar pareja católica. Porque si falla la base, falla todo", reveló.
Una breve descripción les hace candidatos a conocer a un católico con sus mismos intereses.
El padre Fernando argumenta que un noviazgo con ideales cristianos es un futuro matrimonio sólido, ya que la base es sólida. Es una base que se construye entre confesiones, direcciones espirituales y frecuencia de sacramentos. Es una base que ayuda a que cada uno vea más allá de su propia nariz.
Así, el propósito de estos nuevos novios, de ese nuevo matrimonio, no será uno de éxito meramente humano, sino trascendental: "Es gente que se casa con la idea de misión: Cristo. Objetivo: la Sagrada Familia de Nazareth. El prototipo de nuestra vida, el modelo de nuestro matrimonio, nuestra familia, queremos que sea el hogar de Nazareth".
Además, argumenta que las asperezas de cada uno, esas esquinas puntiagudas que todos tenemos se moldean poco a poco con la frecuencia de los sacramentos. Asegura que la confesión para este nuevo matrimonio será un sitio donde se pueda hablar de "estar más presente en casa", o de cuidar el trato con los hijos, o de dedicar más tiempo a la familia.
"En principio parten con ventaja porque están habituados a no pensar en sí mismos, a pedir perdón, a escuchar. También una persona no creyente, eso también, pero es que un católico comprometido está acostumbrado a que le digan en el sacramento de la penitencia o en el acompañamiento espiritual, que le digan cosas, porque con humildad cuenta sus fallos", argumenta.
Una base fuerte es para él la materia prima ideal para un matrimonio in crescendo: "Una persona que se casa con otra decidida a servirle para siempre, para siempre, a animarla, a quererla, a enamorarla, a olvidarse de sí. Claro, ese matrimonio es muy difícil que falle porque hay una materia prima en los dos muy buena". Detrás de esta propuesta hay una definición de amor. Fernando entiende el amor humano como el reflejo del amor de Cristo. Para él es un amor que merece la pena construir y disfrutar.
Aunque le llamen el cura Tinder, nada tiene que ver su tarea con una iniciativa meramente social. Fernando considera que en su día a día, mientras responde las cientos de solicitudes en Whatsapp, está realizando una labor evangelizadora: una verdadera transmisión de la fe.
"Por eso veo clarísimo que esto es un modo de servir a la Iglesia importante. Si hay noviazgos firmes en la fe, la transmisión, la correa de transmisión funciona", repite confiadamente, ya que cree que la transmisión de la fe de generación en generación es más certera cuando ambos cónyuges la practican.
Muchas veces ha escuchado en su pueblo valenciano declaraciones como "mi abuela era practicante, mis padres algunas veces van a misa de domingo, y yo no". Aquello que denomina la "correa generacional" es lo que impulsa su proyecto. Es el firme recordatorio que un proyecto mutuo, arraigado en la fe, es un proyecto que continuará en los hijos.
Apadrina a una niña en Nicaragua
Fernando dejó parte de su corazón en Nicaragua, a 25 kilómetros de Managua. Ahí, en Desenredo conoció a una comunidad de escasos recursos. Este sitio, al que muchas veces se refiere como "la selva profunda de Nicaragua" es el hogar de muchas niñas que no han podido estudiar. El transporte hacia las escuelas es limitado, el precio de los uniformes y la matrícula escolar son un impedimento para la educación de estas niñas.
Fernando las conoció y prometió ayudar de la manera que le fuese posible. De ahí nace su propuesta a los nuevos matrimonios. Cuando los novios ya han escogido una fecha para la boda, les hace una sugerencia: apadrinar a una niña en Nicaragua. Esto implica donar 200 euros anuales para pagar el transporte, la matrícula y los uniformes, y muchos aceptan encantados. "Entonces se trata de que en agradecimiento a Dios por haberse conocido, ellos si quieren, ese matrimonio o esos novios, una vez que sepan la fecha de boda, agradezcan a Dios el haberse conocido apadrinando a una niña", asegura.
Fernando dejó parte de su corazón en Nicaragua, a 25 kilómetros de Managua.
Sin embargo, este gesto no es una mera donación material. Es una propuesta de responsabilidad al matrimonio y suele dar buenos frutos. Entre un ir y venir de vídeos, las niñas llegan a conocer muy bien a la familia que las ha apadrinado. Se mandan cartas, fotografías y comentan lo que han aprendido. Algunas familias incluso las invitan a pasar sus veranos en España.
Los matrimonios dicen a sus hijos "tienes una hermanita en Nicaragua". Son parte de la familia en la distancia y eso también les cambia la vida. Se dice que el amor no puede ser otra cosa más que expansivo. Fernando espera que el apadrinar a estas niñas enriquezca a ese matrimonio.
Puedes ver aquí un encuentro del sacerdote con una de las parejas.
Si bien este cura no se pasea por la costa de Hardwick, ni es producto del ingenio de Chesterton, en algo sí que acierta la cita: su tarea no sobresale, no desea notarse. No hace más que pasar contactos, catalogar perfiles y oficiar la boda de los que se lo pidan. Estos gestos simples han cambiado la vida de esos 280 matrimonios, de los hijos que esperan y de los que ya han llegado, de los novios que siguen conociéndose. Proporciona -desde la distancia, probablemente sentado en un café de un pueblo de Valencia- la primera piedra. La construcción del edificio dependerá de los dos protagonistas.
Fotografías cedidas a Paola Arriaza por el sacerdote Fernando Cuevas.
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