Beatriz encontró a Dios en la Biblia; a Cristo, en Emaús; la vocación, en la efusión del Espíritu
Beatriz Pérez Raposo, a los 42 años, era una de las asesoras de Asuntos Europeos del Ministerio español de Economía, y acompañaba al Ministro Luis de Guindos a encuentros europeos con otras delegaciones de ministros y economistas de todo el continente.
Rodeada de economistas de alto nivel, se hacía preguntas sobre temas de justicia social, pero también espirituales. ¿Por qué las naciones no pueden actuar de forma más virtuosa? ¿Y por qué no lo hacen los hombres?
Cinco años y algunos retiros después, con 47 años, entró en el convento de carmelitas descalzas de la calle Ponzano en Madrid. Ahora es la Hermana Beatriz de la Cruz. Lleva 20 meses allí, "muy feliz", dice, cuando explica a ReL su apasionante itinerario espiritual y algunas de las exigencias de la vida carmelita. "Yo quería una fórmula ya probada después de haber pasado por cosas novedosas y experimentales", explica.
Hija de senadora, educada en el Colegio del Pilar
Beatriz es hija de profesores ingenieros. "Mi madre fue senadora por la Unión de Centro Democrático en la primera legislatura", detalla. Beatriz estudió en los muy prestigiosos colegios Jesús y María, Jesús Maestro y Nuestra Señora del Pilar. "Me licencié en ICADE en Administración y Dirección de Empresas, en Madrid; y cursé un año de bachillerato en Estados Unidos".
"A mis padres les interesaba más la política que la religión. Íbamos juntos a misa los domingos y rezábamos una bendición antes de comer. Mi bisabuelo materno murió mártir en Paracuellos en 1936. Pero en casa ellos no hablaban casi de religión, lo consideraban algo 'ya dado', así que no lo valoraban mucho", explica a ReL.
"Ellos trabajaban todo el día, así que nos cuidaba una niñera vasca, muy religiosa. Ella fue la que nos enseñó a rezar al acostarnos y levantarnos y a ofrecer cosas a Dios, porque en casa no teníamos esas devociones", recuerda. Los padres delegaron la educación religiosa en los colegios.
"De niña yo era muy devota y decía que quería ser monja. Me salía así. Yo veía a Jesús como alguien cercano. Me podía pasar toda la tarde cantando canciones de fe con la guitarra. La familia de mi padre estaba algo más alejada de la fe y a mi padre no le gustaba mucho que hiciera eso. En cambio, mi madre, cuando yo llegué a la adolescencia, fue valorando más la fe y me invitaba a rezar el Rosario con ella. En los viajes familiares la acompañaba a visitar imágenes de la Virgen".
Una familia de EEUU: devoción pero sin austeridad
En su año de bachillerato en EEUU se quedó en una familia de la que se hicieron muy amigos. "Eran metodistas devotos, su hija tenía muy buenos valores. En ellos vi que la vida espiritual es una lucha que hay que asumir intencionalmente. Por ejemplo, ella sólo escuchaba música cristiana. Y seleccionaban muy bien lo que veían en televisión. Pero, por otra parte, yo veía que eran prósperos, ricos, sin necesidad de la Iglesia Católica. De alguna manera, el catolicismo hace más hincapié en la austeridad y el sacrificio. El caso es que yo deseé mejorar mi situación económica y parece que empecé a pensar en hacer una religión, digamos, 'a mi medida'".
Alejada de la fe a los 23 años
Con 22 o 23 años empezó a salir con novios que no eran creyentes, y a volcarse en el trabajo, donde ganaba éxitos y reconocimiento. "Dejé de confesarme, de comulgar y de ir a misa. Mi bisabuelo había sido mártir y yo, en apenas tres generaciones, ya estaba lejos de la Iglesia, simplemente porque mi cristianismo era superficial. Sentía que los mandamientos de Dios no me dejaban tomar mis propias decisiones. Caí en el razonamiento fácil que el mundo cuenta, que una vida plena y feliz consiste en tener prosperidad material, una buena carrera profesional, una vida de lujo y amigos exitosos".
Tiempos duros... descubre la Biblia
Dejó un buen trabajo para intentar entrar en la Administración y se encontró atascada y enfangada estudiando unas oposiciones muy duras. Además, su madre se enfrentaba a un cáncer. Se sentía agobiada y desconcertada. Sus amigos de EEUU le recomendaron un libro que, le dijeron, encarnaba el "espíritu americano" que ella tanto admiraba. Se trataba de "El poder del pensamiento positivo", de Norman Vincent Peale, publicado en 1952.
"Yo pensé que trataría de horarios y disciplina y superarse, pero me descolocó, porque este autor había sido un pastor protestante en la Quinta Avenida y animaba a poner en el centro a Jesucristo y leer la Biblia. Así que tomé la Biblia, empecé a leer desde Génesis... y la devoré. La leía cada noche, veía que ganaba paz y que ya dormía mejor. Me leí la Biblia dos veces de pe a pa, de Génesis a Apocalipsis, subrayando citas y memorizándolas".
La Biblia transformó a Beatriz y la acercó a Dios. "Con la historia del Rey David, llegué a la certeza de que Dios es mi padre. Antes había visto a Dios como algo inalcanzable, pero la Biblia me lo mostraba como alguien cercano a la gente, acompañando a su pueblo, aunque ellos le fallen. Me gustaba cómo David estaba enamorado de Dios, yo quería enamorarme igual".
Además, tuvo una experiencia que le mostró la fuerza que Dios da a quienes acuden a Él. "Estaba tumbada en la cama, muy desanimada con lo de las oposiciones. ¿Debía renunciar a ellas? Y recé: 'Dios mío, si he de seguir, dímelo'. Y sentí como un empujón fortísimo que me levantó de la cama. Yo antes estaba hecha polvo, pero me puse a estudiar con mucha fuerza, y ya no paré: 11 horas diarias. Y aprobé". Esas oposiciones la llevarían al Ministerio de Economía.
La monja anciana con don de profecía
Volcarse en las oposiciones ordenó su vida y le alejó de malas amistades y malos hábitos. Para no cansar a su madre enferma, se fue una temporada a estudiar a una hospedería de benedictinas en Ávila.
"Una de las monjas, la Madre Natividad, hospedera, muy simpática, de más de 80 años, tenía don de profecía. Y me dijo: "estás aquí por tu familia". 'No, no, yo estoy aquí para estudiar un examen'. Pero me dijo: 'Mi hermano tampoco creía, pero al final de mi vida conseguí que se confesase y comulgase y muriese bien'. Yo no le había contado nada, pero también mi hermano estaba alejado de Dios desde los 18 años y me entristecía".
La situación era peculiar, porque la carrera profesional de Beatriz en el Ministerio de Economía iba bien, pero su relación con Dios no incluía casi ni a Jesús ni a la Iglesia. "Yo iba muy por libre, pensaba que la Iglesia era demasiado dura, porque rechazaba el dinero y porque pedía sacrificios".
Se volcó en asistir a cursos de crecimiento personal: "Cómo organizarse bien, cómo tomar buenas decisiones, cómo ahorrar, cómo gestionar las emociones, cómo tener buenas relaciones personales... me interesaba todo eso, pero no involucraba a Jesucristo en ninguno de esos temas. Tardé tiempo en entender que sin sacramentos y comunidad podemos acercarnos a Jesús sólo por poco tiempo".
Murió su madre y su padre se volvió a casar. Los hermanos se iban alejando poco a poco unos de otros. Los cursos de 'crecimiento' a los que iba tenían cada vez tonos más cercanos a la New Age y los veía desequilibrados.
Rodeada de ministros, visitó cada país de la UE
Con 42 años era asesora de Asuntos Europeos, acompañaba al Ministro Luis de Guindos y a delegaciones españolas a reuniones por toda Europa. "Había una reunión cada mes en Bruselas y cada seis meses en otro país. Yo hablaba inglés e italiano. Visité casi todos los países de Europa, en las reuniones de ministros, las bilaterales..."
Veía a políticos de Europa del Norte hablar mal de Europa del Sur por su deuda alta. "Una vez vi al Gobernador del Banco Central de Luxemburgo pedir que nos multaran por ser poco ahorradores. Le dijimos: 'Si Luxemburgo dejara de ser paraíso fiscal y de atraer así a empresas de nuestros países, tendríamos mejor renta'. Un paraíso fiscal presumiendo de virtuoso...".
Eso le hizo pensar que la ética y la coherencia no era sólo una exigencia entre países, sino también en la vida de cada persona. Intuyó que la mejora de Europa no sólo pasaba por mejorar la economía, sino por mejorar los corazones de las personas. Y esos corazones, lo veía ya, no iban a mejorar a golpe de cursos de crecimiento personal.
Del curso materialista al Retiro de Emaús
"Fui a un curso de crecimiento que ya me cansó, porque me quedó claro que los profesores lo único que querían era cobrar y hacerse ricos. Eso colmó el vaso. Y sentí una inspiración del Espíritu Santo. Me surgió un pensamiento claro: 'Tengo que volver a la Iglesia católica. A mi parroquia, que no sé cual será'".
En ese momento recibió una llamada de una amiga, otra antigua opositora, una católica que había rezado por ella pero de la que había desconectado.
Era un curso de medio año de unas franciscanas alcantarinas, sobre vivir el amor esponsal. Lo que le gustó a Beatriz fue tratar con las religiosas, "me gustaba verlas, tan sencillas y felices". Su amiga, además, pidió a unas clarisas que oraran por Beatriz. Y la invitó a un curso de Misión+, de liderazgo con buenos valores.
"Era un curso muy normalito, pero a mí me dio como una gran ternura, al ver que cada uno, al presentarse, era un católico comprometido en algo. Pensé que tenía que comprometerme yo también y saber qué es lo que pide la Iglesia", recuerda.
Viajó a Medjugorje, donde sintió un mensaje del Espíritu Santo: estaba convencida de que debía entrar en un grupo de oración, "aunque yo no sabía ni lo que era eso".
"Un chico, que era directivo del BBVA, me invitó a hacer un Retiro de Emaús. Había uno para mujeres en mi parroquia, pero faltaban tres meses. Pensé: '¿y qué hago este tiempo? Me voy a perder'. Y así decidí empezar a ir a misa cada domingo".
"No vi a Cristo pero sé que estaba allí"
Tres meses después, en el retiro de Emaús, Beatriz tuvo lo que llama su encuentro con Jesucristo. "Yo no vi a Cristo, pero ese sábado por la tarde, tras las confesiones, sé estaba allí, porque unos minutos antes me sentía sola y después supe que no estoy sola, que Jesús está conmigo. Primero fue una intención. Luego entendí que yo buscaba al Señor y que Él me amaba".
Eso transformó su vida. Se apuntó a la misa diaria por las mañanas y a confesarse cada 15 días. Pidió tener director espiritual, viendo que mucha gente en Emaús lo tenía.
"A mi director le dije, después de tres meses: 'yo no quiero nada raro, yo quiero casarme'. Pero unos meses después ya le dije, al volver de Medjugorje: 'creo que tengo vocación religiosa, porque veo que lo más importante para mí es Jesucristo'.
Fuerza del Espíritu Santo
Seguía explorando la vida de fe. Acudió a un encuentro diocesano grande de la Renovación Carismática Católica de Madrid. "Guitarra eléctrica, batería, todos cantando y alabando, sin parar de alabar a Dios... Mucho de eso me iba bien, porque yo tenía ganas de alabar continuamente a Dios. Me gustó su naturalidad y los frutos. Así que me apunté, con mi prima y una amiga, a un seminario carismático, de Vida en el Espíritu, en San Antonio de la Florida, con el padre Juan Luis Rascón".
En ese retiro, el padre Rascón le impuso las manos, rezó por ella, para recibir la efusión del Espíritu... "y ya ahí sentí la valentía de empezar a plantearme en serio la vocación religiosa. Yo necesitaba mucha fuerza para romper con toda mi vida, tenía que tomarlo en serio. Mi planteamiento ahora era: Beatriz, ¿como quieres morir? Como decía San Ignacio: ¿cómo quieres llegar al fin de tu vida?"
La Hermana Beatriz de la Cruz, carmelita en Madrid. Ella, que representó a España con el Ministerio de Interior en cumbres de ministros por toda Europa, ahora reza por España y por Europa.
¿Cómo llegó a las carmelitas? "Yo antes decía: todo menos carmelitas, no puedo con eso de las rejas, el sacrificio. Pero tenía una amiga de la infancia que se metió a carmelita. Iba a verla, ella rezaba por mí y mi vida se ordenó mucho. Yo valoraba sus oraciones. Consideré otras contemplativas, pero yo he representado a España, y quería rezar mucho por España, por mi familia. Sentí mucha atracción por una orden de santos españoles como Santa Teresa y San Juan de la Cruz".
"Aunque estudié con las teresianas, al principio SantaTeresa me parecía inalcanzable. Pero poco a poco vi que lo que yo quería era vida de oración, y Teresa y San Juan son maestros en eso. Y yo quería algo muy probado, un camino muy probado ya, porque ya estuve en muchas cosas experimentales y novedosas, de crecimiento", señala.
Del gimnasio más pijo a las genuflexiones diarias
Entró en el Carmelo de la calle Ponzano con 47 años. Ella, que había viajado por tantísimos países por placer, y luego por toda Europa representando a España, se encerró en un convento, con torno y rejas.
Pasados 20 meses, le preguntamos qué es lo que más le cuesta de la exigente vida carmelita. "Pues, mira, yo en el mundo hacía gimnasio, iba al Reebok, el gimnasio más pijo de todo Madrid, y tenía mucha fuerza. Pero aquí en el convento hay que hacer 60 genuflexiones al día, y no paramos. Hay que estar en buena forma física. Aquí andamos mucho, no sé, 15 kilómetros al día. ¡Ríete del fitness!", comenta divertida.
¿Y lo que más le gusta del Carmelo? "Cuando estoy con el Señor. Muchos momentos de oración en comunidad, que las veo como un milagro. Somos gente tan distinta, de tantas regiones, algunas extranjeras, cada una con sus costumbres... Pero nos juntamos y compartimos. ¡Eso sí que tendría que aprenderlo la Unión Europea! Y me gustan las conversaciones edificantes, que te llenan".
¿Y la familia y los compañeros qué piensan? "Mi familia no lo lleva del todo bien. Estaban algo alejados. Veo que les va a llevar un tiempo. La amiga aquella que me llamó 'por equivocación' también decidió consagrarse. Me dijo, divertida, '¡eh, me has adelantado, no puede ser!" Tras mi anuncio, dos compañeros de trabajo se han convertido. Estaban alejados y se plantearon: "Aquí tiene que haber algo". Uno se va a casar por la Iglesia. El anuncio fue como una bomba para todos, nadie se lo esperaba. Me decían: '¡Pero si tienes una buena plaza!' Me han llamado compañeros del Ministerio, católicos practicantes, diciendo que están muy contentos de mi decisión. Y el ministro, Luis de Guindos, nos escribe. Dice que quiere venir en verano a vernos".
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