Un viaje a Hiroshima cambió su idea del dolor: «Estaba desahuciado... pero decidimos luchar»
"Solo hubo un japonés más querido que el emperador, y hoy nos ha dejado", frases como estas han aparecido en webs japonesas tras la muerte del Premio Nobel Kenzaburō Ōe. El reconocido escritor falleció este 13 de marzo a los 88 años de edad.
Pero, ¿quién es Kenzaburō Ōe? "Su literatura fue un canto a la esperanza desde el dolor", se podría resumir. Un sufrimiento provocado por la enfermedad de su hijo, Hikari, que habiendo sido desahuciado por los doctores, alcanzó el éxito y el reconocimiento mundial.
Una respuesta al dolor
Era el año 1963 y el hijo de Kenzaburō Ōe acababa de nacer. El escritor marchó a Hiroshima para entrevistar a los supervivientes de la bomba atómica. Lo hacía, sin embargo, sumido en una gran tristeza. Su niño, al que había llamado 'Hikari' ('luz' en japonés), había nacido enfermo. Los médicos le habían asegurado que su vida iba a ser corta y dolorosa.
En aquel viaje, el Nobel trató de hallar una respuesta a su propio dolor. ¿Cómo dar sentido a una vida que ha quedado destruida? El choque brutal de su sufrimiento personal con el de los supervivientes de la radiación, le animó a cultivar el deseo de seguir hacia adelante.
Un día Hikari salió de paseo con sus padres y un pájaro comenzó a cantar. De repente, ese niño se puso a imitar a la perfección el sonido de aquel animal.
"Fue el viaje más extenuante y depresivo de mi vida. Pero, al cabo de una semana de estar allí, encontré la llave para salir del profundo pozo neurótico y decadente en el que había caído: la profunda humanidad de sus gentes. Quedé impresionado por su coraje, su manera de vivir y de pensar. Aunque parezca raro, fui yo el que salí de allí animado por ellos, y no al revés", comentó en una entrevista.
"Vinculé mi dolor personal al de aquellos hombres y mujeres, decidí resistir y luchar como ellos. Me sentí impelido a examinar mi completa condición humana, reexaminé mis ideas y asumí un sentido moral de la existencia. Desde aquel día, miro el mundo con los ojos de las gentes de Hiroshima", añadió.
"Desde niño tengo interés en cómo nuestro limitado cuerpo encaja el sufrimiento. De pequeño, yo iba a pescar. Y me fijaba en el pez con el anzuelo clavado, que se movía mucho. Sufre horrores, pero en silencio: no grita. El niño que yo era pensaba: ¡cuánto dolor inexpresado! Ese fue el primer estímulo que me llevó a ser escritor, porque pensé que los niños tampoco podíamos hacernos entender bien. Me hice escritor para reflejar el dolor de un pez. Y hoy me siento, sobre todo, un profesional de la expresión del dolor humano", relató.
Los paseos... y los pájaros
Kenzaburō recogió el coraje de aquellos hombres en Cuadernos de Hiroshima. Además, ese viaje le inspiró a escribir una novela sobre el pequeño Hikari. El resultado fue Una cuestión personal, que publicó al año siguiente y en donde, pese a la tristeza de lo vivido, quiso dejar una mirada de esperanza.
El hijo de Kenzaburō tenía grandes dificultades de coordinación, sufría ataques de epilepsia, no hablaba y tenía problemas de visión. Poco después le diagnosticarían también autismo. Sin embargo, el escritor no claudicó y siguió luchando por él.
Un día Hikari salió de paseo con sus padres y un pájaro comenzó a cantar. De repente, ese niño, que hasta el momento no había reaccionado ante las voces humanas, se puso a imitar a la perfección el sonido de aquel animal. Sus padres, ilusionados, le compraron grabaciones con cantos de aves. Aquel regalo apasionaría a Hikari.
El hijo de Kenzaburō tenía grandes dificultades de coordinación, sufría ataques de epilepsia, no hablaba y tenía problemas de visión.
Meses después, Kenzaburō y su hijo dieron un nuevo paseo. Y, otra vez, le llegó el canto de un pájaro. Sin embargo, en esta ocasión, Hikari exclamó: "Rascón". Había reconocido el ave, y esta sería su primera palabra. El escritor y su mujer contrataron a una profesora de piano, y, poco después, Hikari dominaba el instrumento y creaba melodías solo.
En 1992 salió su primer disco de música, con 25 piezas cortas para piano. Vendió 80.000 copias. Y ese solo fue el principio. El mítico Rostropóvich llegó a interpretar una de sus piezas cortas durante un concierto en Japón (Puedes verlo en este vídeo).
"Algunos discos suyos se han vendido más que ciertos libros míos. Un día compuso una pieza para mí, en mi 70 cumpleaños, en enero del 2005. Es un tema para animar al padre, para que siga escribiendo y a estar feliz a pesar de sus 70 años. Los dos hemos estado siempre dándonos ánimos mutuamente, uno con la música, otro con la escritura. De hecho, conozco su profundidad interior gracias a su música", apuntaba el Nobel.
A través de su propio arte, aquel niño era capaz de comunicarse con el mundo que le rodeaba. Mientras, Kenzaburō Ōe se hacía cada vez más famoso y le dedicaba a su hijo, directa o indirectamente, obras como Cómo sobrevivir a nuestra locura (1966) o El grito silencioso (1967).
En 1994, Kenzaburō Ō se convertiría en el segundo japonés en ganar el Premio Nobel de Literatura. En su discurso, en Estocolmo, recordó la historia de su hijo Hikari:
"Después de casarme, el primer hijo que nació tenía una discapacidad mental. Lo llamamos Hikari, que significa "Luz" en japonés. De bebé solo respondía al canto de los pájaros salvajes, nunca a las voces humanas. Un verano, cuando él tenía seis años, estábamos en nuestra casa de campo. Oyó trinar a un par de rascones de agua y dijo: 'Son rascones de agua'. Fue la primera vez que mi hijo habló. A partir de entonces comenzamos a tener comunicación con nuestro hijo".
Puedes escuchar aquí el discurso completo de recepción del Premio Nobel.
"Hikari ahora trabaja en un centro de formación profesional para discapacitados. Mientras tanto, ha estado componiendo obras musicales. Los pájaros provocaron que que pudiera componer música humana. En Hikari se ha cumplido la profecía de que algún día llegaríamos a entender el lenguaje de los pájaros".
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