Odiaba a Dios, hoy está casado, tiene seis hijos y ayuda a jóvenes delincuentes
Kevin pasó de la prisión federal a ser próximamente ordenado diácono permanente |
11 julio 2017
Nadie apostaba por él. Era considerado un desecho de la sociedad que merecía estar encerrado. Sin embargo, Dios da segundas oportunidades y el ciento por uno a todo aquel que le abre la puerta. Esa es al menos la experiencia de Kevin Stadhher, de Ohio (EEUU), que pasó de la cárcel y una vida llena de delincuencia a estar felizmente casado, ser padre de seis hijos y estar a punto de ser ordenado diácono permanente.
Kevin era un adolescente problemático y peligroso fichado por la Policía. Había estado varias veces en un correccional por tráfico de droga, también por robos y episodios de violencia. Pero a los 19 años dio un paso más e intentó robar un banco. No lo consiguió y fue detenido.
Esta vez el delito era más serio y fue enviado a una prisión federal. 44 meses, casi cuatro años, pasó en la cárcel. Pero en ese tiempo ocurrieron en su vida muchos acontecimientos que le hicieron pasar de la oscuridad más absoluta a una sanación espiritual que dejó boquiabiertos al resto de presos.
Su odio a Dios desde niño
Tal y como cuenta Catholic Digest, Kevin acumulaba desde niño mucha rabia por una serie de acontecimientos en su vida que no entendía y que le hicieron juzgar gravemente a Dios. “A los siete años pensaba, ¿por qué Dios permite que me pase esto a mí? ¿Qué pasa conmigo? Siempre había pensado que Dios tenía un propósito especial para mi vida, pero entonces pesaba que tal vez el plan de Dios no era algo bueno, sino malo”.
Así que para vengarse de Dios, hizo una lista con cosas malas y pecados. “Voy a hacer todas estas cosas porque me hiciste esto, Dios”, decía de niño. Con el tiempo, había prácticamente cumplido todo lo que aparecía en aquella lista.
Utilizar la brujería para contrarrestar las oraciones
Estos sentimientos de frustración y odio los seguía manteniendo en prisión. Sus padres, que eran creyentes, le dijeron que rezaban por él al igual que otras personas cercanas a su familia. Sin embargo, él quería “protegerse” de aquellas oraciones de ese Dios al que odiaba por lo que buscó en la biblioteca de la cárcel un libro de brujería que le decía cómo tenía que hacer para que esas oraciones no tuvieran efecto.
Y además, lo hacía en la capilla. “Un día estaba de camino allí para realizar el ritual de oración de bloqueo cuando vi un grupo de presos en la capilla”, recuerda. Entonces uno de ellos le preguntó si podían rezar por él. Kevin relata que la mayoría de ellos eran evangélicos pero había uno que era católico y tras esta petición pensó que podrían hacer lo que quisieran porque él con su brujería anularía sus oraciones.
La imposición de manos y el Espíritu Santo
Pero el preso católico se acercó –cuenta Kevin- “puso sus manos sobre mí y comenzó a orar por mí”. Entonces pasó algo increíble. Tras la imposición demanos, "¡bam!", inesperadamente Kevin Stadhher cayó al suelo.
“El Espíritu Santo vino sobre mí. En ese momento, sentí que Dios me hablaba interiormente. Él me dijo: ‘esta no es tu vida, esta no es la que vida que tengo para ti’. Cambié así como así. Siempre me comparo con Pablo en el camino a Damasco y su persecución a los cristianos. Yo estaba literalmente en camino para hacer algo contra Dios”, asegura.
Será ordenado diácono en octubre
Dios le daba una oportunidad para vivir de verdad y lo aprovechó. En 2001, tras 44 meses preso salió en libertad, se sacó un título de contabilidad y se casó con la que hoy es su mujer. Es padre ya de seis hijos y fue tan tocado por Dios que en 2009 ingresó en el programa de diaconado. Será ordenado diácono permanente el 28 de octubre de 2017 en la fiesta de San Judas Tadeo, patrón de las causas perdidas.
Su apostolado en la prisión
Pero durante todos estos años, Kevin no sólo ha cuidado de su familia y se ha preparado para ser diácono. Él no ha olvidado de dónde viene y la necesidad que allí hay de Dios, por lo que ha sido voluntario en un centro correccional de menores, como por los que él pasó, para adolescentes que han cometido delitos graves.
Allí ha ayudado a muchos jóvenes, que se han visto muy reflejados en él y han podido ver que se puede cambiar de vida.
"Los adolescentes que veo, me dicen que les marca verme y escuchar mi historia porque ellos hay personas que les van a hablar, pero ninguna de ellas ha pasado por lo que ellos", explica. "Visitarles me ayuda a manejar mi pasado. De que pasé por ahí por algo, que había un propósito”, sentencia.
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