Un misionero evangeliza desde los 70 en Tailandia y Birmania sorteando guerrillas, traficantes...
El padre Zimbaldi ha evangelizado a los miembros de la tribu Akha (en la imagen) y a los Lahu |
19 julio 2017
Escuchar las aventuras y las experiencias del misionero Giovanni Zimbaldi recuerda a los relatos de los apóstoles en los Hechos de los Apóstoles llevando el Evangelio a los rincones del mundo. Casi 2.000 años después, este sacerdote ha ido llevando el nombre de Jesucristo a lugares donde nunca antes se había anunciado, sorteando peligros de todo tipo en la selva de Myanmar, antes conocida como Birmania, y las montañas del norte de Tailandia.
Ha sobrevivido a los comunistas, bandidos, traficantes de droga, las guerrillas y a temibles animales salvajes. A sus 88 años sigue al pie del cañón y desde Tailandia sigue sirviendo a las tribus Lahu y Akha y ayuda a los misioneros para se introduzcan en estas comunidades. Para ello, tradujo por primera a las lenguas los libros litúrgicos y todo el material formativo necesario para su formación. Su labor ha sido fundamental para en el rápido crecimiento de la Iglesia en esta zona.
Ordenado sacerdote del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras en 1953 llegó a Birmania (hoy Myanmar) en Pascua de 1958. Allí llegó a Mong Pok, un lugar en el que no había carreteras, ni tiendas, ni ningún tipo de comodidad. “Mi primera tarea fue estudiar el idioma Lahu con un maestro chino que sabía algo de inglés. No había ningún libro, sólo un pequeño cuaderno de notas con el alfabeto y algunas decenas de palabras”, recuerda este misionero italiano, tal y como recoge Tempi.
"Padre, quiero ser bautizada"
Pocos meses después, y dando por hecho que ya hablaría la lengua de estas tribus, le enviaron solo a evangelizar. Y en 1959 empezó a recorrer los pueblos. Con los sonidos de un fonógrafo llamaba su atención y con su escaso aún conocimiento de la lengua les hablaba de Dios. “Recuerdo que en la primera Navidad una niña me dijo: ‘Padre, quiero ser bautizada’”. Este hecho le animó y le hizo que su ardor misionero le hiciese entregarse completamente a la misión.
El padre Zimbaldi lleva en Tailandia desde 1972 aunque antes estuvo varios años en Birmania |
Expulsado de Birmania por los comunistas
Recuerda “el aislamiento, los peligros de la guerrilla, los traficantes de opio, los bandidos y los animales salvajes que rodeaban la caravana y que asustaban a los caballos”. Sin embargo, define esta experiencia como “fascinante” a pesar de la “pobreza y de dormir al aire libre sobre una manta”.
El padre Gianni estuvo en las montañas y los bosques del este de Birmania con estas tribus hasta 1966 cuando se instauró en el país una dictadura comunista y expulsaron a todos los misioneros que había en el país, él incluido.
De nuevo con los miembros de estas tribus
Pero años después, en 1972, de nuevo pudo reunirse con los Akha y los Lahu. Era enviado a abrir una misión en la vasta diócesis de Chiang Mai, en la zona norte de Tailandia fronteriza con Myanmar y donde llegaban birmanos de estas tribus que huían de su país.
En aquel momento no había atención pastoral en esa zona remota situada a 150 kilómetros al norte de Chiang Mai. Una misión francesa había sido abandonada muchos años atrás por lo que el padre Gianni recorrió todos los pueblos. “Hablando en lahu, me presenté a las personas y a los líderes del pueblo como un misionero que había venido a abrir de nuevo la misión de Fang y fui recibido en todas partes. Pude ver dónde se podría abrir una escuela, distribuir medicamentos, visitar a las familias para conocer sus problemas, y especialmente tomé contacto con las familias católicas que procedían de Birmania y algunos ya bautizados”.
Con un trabajo lleno de paciencia fue traduciendo el catecismo al Lahu así como otros textos religiosos esenciales, los prefacios, las oraciones eucarísticas y los cantos sagrados. Luego lo envió a la ciudad a imprimir para que se pudiera ir distribuyendo entre los cristianos.
Los frutos de una vida entregada a la misión
En 2016, con 87 años, el padre Gianni escribía desde esta abrupta región de montañas y bosques: “Estoy aquí para ayudar, gracias a Dios mi salud es buena y todavía puedo visitar los pueblos. Cuando empecé mi ministerio misionero entre los tribales animistas, la diócesis de Chiang Mai tenía menos de 20.000 bautizados. Ahora hay más de 70.000 y hay 20.000 catecúmenos que se están preparando para el bautismo. Entonces sólo había un sacerdote diocesano y hoy están ya en la treintena”.
Además, daba gracias a Dios por el “consuelo de ver a la comunidad católica crecer cada año. El año pasado (2015) en la diócesis de Chiang Mai se administraron más de 1.000 bautismos de adultos, la mayoría de tribus animistas”.
Echando la vista atrás, este anciano misionero asegura que “nunca había imaginado que en aquel ambiente y entre personas muy pobres nacería algo tan hermoso y que la Iglesia viva ahora con sus sacerdotes y monjas locales, capaces de difundir la fe en sus tribus”. Por ello considera importante que en los países occidentales, de donde salen estos misioneros y también muchos fondos para las misiones, conozcan estos ejemplos para dar esperanza y para que comprendan la importancia de la misión “ad gentes”.
La vida cristiana, interroga a los no creyentes
“Cuando son paganos viven con el temor a los espíritus. Cuando hay una persona enferma hacen ceremonias contra los malos espíritus que traen desgracias, enfermedad, falta de lluvia, mal de ojo, y así sucesivamente. Tienen un gran temor y viven atormentados. Cuando ven a los cristianos que viven bien sin hacer nada en contra de estos malos espíritus, se preguntan y se convierten”, contaba en otra entrevista el padre Gianni.
Pero estas conversiones no son inmediatas ni pasan a ser católicos de la noche a la mañana. “Les mando un catequista para enseñar y vivir en medio de ellos. Después de al menos tres años desde que han pedido ser cristianos, los que muestran fidelidad a las prácticas religiosas, son capaces de perdonar y tienen un inicio de vida cristiana, esos son bautizados”.
La diferencia entre los pueblos cristianos y los paganos
La consecuencia de la cristianización de estos lugares afecta a todos los ámbitos de su vida puesto que reciben una buena educación y los mejores estudiantes son enviados a la ciudad y ahora miembros de estas tribus son líderes de la sociedad.
Sin embargo, este misionero considera que lo mejor que han podido hacer por estas tribus es llevarles el anuncio de Jesucristo. “La influencia del Evangelio es misteriosa, es la obra del Espíritu Santo. Pero la diferencia entre un pueblo cristiano y uno pagano es obvio para todos: los matrimonios son más sólidos, los niños y las niñas están en la escuela, el pueblo y las cabañas están más limpias, hay más trabajo, hay un nuevo hábito de ahorrar, incluida la cooperación económica para el bien común, y casi desaparecen las luchas y venganzas entre familias”.
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