Supervivientes y sin radiación, en plena zona cero
La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en plena zona cero de la explosión: quedó en ruinas, pero en pie. |
C.L. / Cari Filii 6 agosto 2015
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El 6 de agosto de 1945 cayó sobre
Hiroshima la primera de las dos bombas atómicas que, con un intervalo de
tres días, los aliados lanzaron sobre suelo japonés. Se cumplen pues
setenta años de una tragedia que costó la vida a no menos de cien mil personas
(el 80% civiles), la mitad de ellas en el momento mismo del impacto y
el resto a lo largo de las semanas posteriores, ya fuese a consecuencia
de las quemaduras o de trastornos producidos por la radiación.
El caso de los cuatro sacerdotes
Hubo supervivientes, incluso en la zona cero, esto es, en un radio de un kilómetro como base del cono formado con el punto de explosión, a seiscientos metros del suelo. Pero destacaron de forma muy especial cuatro sacerdotes jesuitas alemanes, que en ese momento (las 8.15 de la mañana) se encontraban en la casa parroquial de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que fue de los pocos edificios que quedaron en pie, pero en estado ruinoso. Dos tercios de los edificios de la ciudad desaparecieron.
Los padres Hugo Lassalle (1898-1990) -superior de los jesuitas en Japón-, Hubert Schiffer (1915-1982) -párroco- , Wilhelm Kleinsorge (1907-1977) y Hubert Cieslik (1914-1988), quien dejo luego por escrito lo sucedido y es fuente fiable, se encontraban diciendo misa, desayunando o en las dependencias del edificio cuando sintieron el resplandor y el estallido y, en unos instantes, una destrucción absoluta alrededor. Sufrieron daños menores producto de cristales rotos o de las piedras que les golpearon e hirieron, pero ninguna consecuencia de la temperatura infernal que desintegró a sus vecinos de manera instantánea. Varias personas más de las que servían a la rectoría salvaron también la vida.
El caso de los cuatro sacerdotes
Hubo supervivientes, incluso en la zona cero, esto es, en un radio de un kilómetro como base del cono formado con el punto de explosión, a seiscientos metros del suelo. Pero destacaron de forma muy especial cuatro sacerdotes jesuitas alemanes, que en ese momento (las 8.15 de la mañana) se encontraban en la casa parroquial de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que fue de los pocos edificios que quedaron en pie, pero en estado ruinoso. Dos tercios de los edificios de la ciudad desaparecieron.
Los padres Hugo Lassalle (1898-1990) -superior de los jesuitas en Japón-, Hubert Schiffer (1915-1982) -párroco- , Wilhelm Kleinsorge (1907-1977) y Hubert Cieslik (1914-1988), quien dejo luego por escrito lo sucedido y es fuente fiable, se encontraban diciendo misa, desayunando o en las dependencias del edificio cuando sintieron el resplandor y el estallido y, en unos instantes, una destrucción absoluta alrededor. Sufrieron daños menores producto de cristales rotos o de las piedras que les golpearon e hirieron, pero ninguna consecuencia de la temperatura infernal que desintegró a sus vecinos de manera instantánea. Varias personas más de las que servían a la rectoría salvaron también la vida.
Hugo Lassalle, S.I.
Hubert Schiffer, S.I., años después con uno de los pilotos del Enola Gay, el B-29 que lanzó la bomba sobre Hiroshima. |
Cuando fueron atendidos por los asombrados médicos días después, les
advirtieron de que, en cualquier caso, la radiación recibida les
produciría con el tiempo graves lesiones, enfermedades y la muerte. Pero
lo cierto es que no presentaban efecto alguno en su cuerpo, no desarrollaron ningún trastorno
y todavía en 1976, cuando el padre Schiffer asistió al Congreso
Eucarístico de Filadelfia y contó su historia, todos ellos vivían. Se
calcula que fueron examinados por decenas de doctores unas doscientas veces a lo largo de los años posteriores, sin que se hayase en sus cuerpos rastro radiactivo alguno.
Wilhelm Kleinsorge, S.I. |
Hubert Cieslik, S.I., fuente fiable sobre lo sucedido aquel 6 de agosto en la misión jesuita de Hiroshima. |
Es el conocido como "milagro de Hiroshima", no tanto por la
supervivencia en sí, pues hubo otros casos, como por la concentración de
salvados y por la inexistencia prolongada de efecto alguno de la bomba en sus cuerpos.
Por lo demás, los interesados nunca dudaron de que habían gozado de la
protección divina, y en particular de la Santísima Virgen: "Vivíamos el mensaje de Fátima y rezábamos juntos el Rosario todos los días", explicaron.
De hecho, el padre Schiffer escribió luego un libro titulado The Rosary of Hiroshima [El Rosario de Hiroshima] enmarcando
no el posible milagro con el que fue beneficiado, sino los
acontecimientos mismos de la guerra y de la posguerra, en el marco del
mensaje de la Virgen a Sor Lucía.
Artículo publicado originalmente en Cari Filii.
Artículo publicado originalmente en Cari Filii.
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