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quinta-feira, 18 de julho de 2024

En la guerra de Irak, entre lo más oscuro del hombre, la fe fue su guía: hoy es «soldado de Cristo»

Como sacerdote, David Santos pasó de salvar vidas en la guerra a salvar almas en el mundo

La unidad del padre David Santos.
Santos, con su unidad en Irak, a la izquierda detrás del soldado arrodillado.


J.M.C.


Irak, 2004. Los gemelos David y Brian Santos patrullaban como parte de una unidad de la 42ª División de Infantería. Era un día más de misión y el contacto de fuego ya era la costumbre para David. De pronto, su vehículo fue alcanzado por una explosión y la metralla. Hoy, uno de los fragmentos reposa en el escritorio de Santos, que ya no habla como soldado, sino como sacerdote. Tal y como declaró recientemente a National Catholic Register, lo experimentado en Irak no fue lo que le llevó al sacerdocio, pero si fue una parte importante del camino.

Los gemelos llegaron a Estados Unidos en 1973 junto a sus padres portugueses, Aurelio y María.  

Invitado por una chica con la que salía a un retiro, David quedó admirado por un sacerdote, Antonio Biko, "sociable, amable, divertido y muy entregado", especialmente a jóvenes que luchaban contra las drogas. Desde el primer momento se sintió atraído por su personalidad, por su elección radical de vida y gracias a él comenzó a profundizar en su fe.

Destinados a Irak trasel 11-S

Los gemelos acababan de comenzar la universidad cuando tuvieron lugar los atentados del 11 de septiembre. Durante el retiro, David estaba tomando la resolución de profundizar en la fe y en servir como soldado cuando el padre Biko le preguntó: "¿Qué quieres hacer con tu vida?". "Soldado de Cristo", pensó de inmediato. No estaba cerrado al sacerdocio, pero no era lo que pensaba al decirlo.

Rodeados de un flagrante patriotismo tras los atentados, los hermanos emplazaron sus estudios y se alistaron en el ejército, siendo posteriormente destinados a Irak como parte de una unidad especial.

Recuerda como una "gran bendición" poder servir junto a su hermano, cuidándose mutuamente y aportándose seguridad en un entorno hostil, en guerra, mientras salvaba las vidas de sus compañeros.

David y Brian Santos.

`Lo que nos permitió a mi hermano y a mí adaptarnos cuando volvimos tuvo mucho que ver con la fe, con la comprensión de que Dios está siempre presente´, cuenta David, a la izquierda, junto a su hermno. 

La luz de la fe en lo más oscuro del hombre

"Lo que experimenté en Irak me ayudó a crecer en la confianza en Dios y la fe. Al estar en una zona de combate, estás expuesto a tremendas presiones, cerca del lado más destrozado de la humanidad. Tener el don de la fe realmente ayuda", recuerda. Entre otras cosas, a apreciar la dignidad de sus enemigos o ser consciente del valor de la vida, especialmente cuando el vehículo en el que iba fue alcanzado por una explosión.

Nadie resultó herido. Aún hoy conserva uno de los fragmentos de metralla que pudo acabar con su vida, que le recuerda cada día la fragilidad humana.

Más que aquel suceso le marcó uno aparentemente más cotidiano. Fue durante el entrenamiento, un domingo, cuando en un folleto vio a un soldado de uniforme verde, con una etiqueta con el nombre "Santos". El folleto captó toda su atención cuando en la siguiente página vio al mismo soldado celebrando misa.

"Una señal de la gracia"

"En ese momento estaba profundamente inclinado a ser sacerdote. Creo que estaba en el camino en el que Dios quería", explica. Su oficial al mando, el coronel Manning, no dudó en contemplar aquel episodio como "una señal de la gracia" para Santos.

El mismo Manning confesó que siempre vio en Santos las cualidades para ser "un soldado de Cristo", sin mostrar miedo ante sus peligrosas misiones despejando carreteras repletas de explosivos y enemigos. "La fe de David le sostuvo durante el despliegue", afirma el oficial.

En 2005 los hermanos regresaron a Estados Unidos.

"Lo que nos permitió a mi hermano y a mí adaptarnos cuando volvimos tuvo mucho que ver con la fe, con la comprensión de que Dios está siempre presente. Y todo este tiempo mi fe iba creciendo", cuenta.

De nuevo en la universidad, la posibilidad de ser sacerdote comenzó a resonar con cada vez más fuerza. Armado de valor, acudió al padre Biko y le hizo una confesión: "No creo que pueda hacer lo que tú haces. No creo que pueda ser sacerdote". 

Fue el inicio de una conversación de dos horas. Al día siguiente, cuenta él, "desperté con una paz tremenda. Sentí una gran sensación de paz porque estaba dando el primer gran paso en la dirección que el Señor había trazado para mí".

Soldado de Cristo

Su siguiente destino ya no fue como soldado, sino como seminarista, enviado por la archidiócesis de Newark al seminario de la Universidad de Seton Hall y más tarde a estudiar a Roma durante cinco años.

Recuerda el momento en que su vocación fue confirmada. Estaba en Nueva Jersey, poco antes de su ordenación, cuando le llamaron ofreciéndole uno de los cálices que sacerdotes difuntos habían dejado a los seminaristas. Menciona que aquellos cálices tenían inscripciones como "en memoria de" o "en agradecimiento a"… Pero el primero que vio tenía otra: "Soldado de Cristo".

El sacerdote David Santos.

Para David Santos, el sacerdocio tiene muchas similitudes con el ejército, y considera que este último es `un recurso a explotar´ en lo referente a las vocaciones. En la imagen, con feligreses de la parroquia.

"Casi se me cae. Eso disipó todas mis dudas. Nunca había visto un cáliz que tuviese un mensaje como ese. Así es como el Señor confirmó mi vocación y cómo me había guiado a lo largo de mi discernimiento y de mi vida. Fue como una declaración [que decía] `Voy a estar contigo hasta que tú estés conmigo toda la eternidad´", relata.

Lo más difícil que ha hecho en su vida

Santos fue ordenado sacerdote el 26 de mayo de 2012, celebró su primera misa en la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima en Newark el día de su ordenación y al día siguiente en su parroquia natal, en la iglesia de Santa Cecilia en Kearny. Hoy, con 41 años, ejerce como párroco de la iglesia de Santiago Apóstol en Springfield, Nueva Jersey. 

Cuando le preguntan qué es lo difícil que ha hecho en su vida, él responde que el sacerdocio, incluso más que el ejército. Enumera algunos motivos, como la especialización, las habilidades o el apoyo logístico para llevar a cabo una misión, condiciones que no siempre abundan en el sacerdocio. Pero también hay muchas semejanzas y conexiones, como "sacrificar la vida por un bien mayor, la voluntad por la institución, te asocias con otros por una misión, es un deber, sacrificio, camarada, fraternidad".

Ahora, concluye, "soy el director ejecutivo, el director financiero, el encargado de recursos humanos, el administrador de las instalaciones, pero también soy el sacerdote, el confesor, quien dispensa los sacramentos, el guía espiritual y el pastor...  y me encanta eso del sacerdocio. Me encanta ser sacerdote".



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