Necesidad de poner en valor el don de la gratuidad
Es clave que los hijos aprendan a valorar lo que tienen. El agradecimiento es la mejor arma contra el egoísmo |
Aciprensa / ReL 10 abril 2016
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El SIAME (Sistema informativo de la
Archidiócesis de México) ha publicado un artículo en el que presenta
seis consejos para enseñarles a los hijos a ser agradecidos.
En el texto de Dulce María Fernández, se recuerda
que “el mundo de hoy necesita reaprender el valor de la gratuidad.
Estamos sumergidos en esta sociedad que solo busca acciones que lleven
al éxito”.
A continuación, seis consejos para educar en la gratuidad:
1.- Demostrar con nuestro agradecimiento en la oración que Dios nos quiere,
que nos ama con un amor infinito, más allá de nuestros méritos: Por eso
nos regala un sol que sale todos los días, una luna que ilumina
nuestras noches, unas estrellas que adornan el cielo, un paisaje que
cambia con las estaciones del año, un río, un arroyo, una playa, un mar;
así como el frío, el calor, la lluvia, el viento o la nieve.
Nos regala todo para que nos sorprendamos y encontremos variedad en la naturaleza y en las personas.
2.- Enseñarles a agradecer agradeciendo:
Evitar en el trato diario esa mala costumbre de dar todo por hecho. Que
vean que damos las gracias cuando nos ceden el paso, o cuando nos
sirven los alimentos, o cuando nos atienden en un hospital, o cuando el
maestro nos enseña.
3.- Darles ejemplo en el trato diario:
En nuestra “casita sagrada”, de todo lo que unos hacemos por los otros,
cumpliendo con nuestras obligaciones, expresándonos un agradecimiento
aunque no haya visitas. Se aprende a agradecer agradeciendo.
4.- Estar lo más cerca posible del esposo, la esposa y los hijos,
especialmente cuando atravesamos momentos de sufrimiento: Ahí es cuando
hay que derramar ternura y aplicar la famosa “cariñoterapia” que
recomienda el Papa Francisco, aprovechando el momento para recordarnos
entre familia que Jesús nos quiere, que siempre está a nuestro lado pase
lo que pase, y que hay que agradecer hasta los malos momentos, porque
nos pueden llevar a reconocer a Dios y su misericordia en nuestra vida
familiar. Así de grande es su amor de gratuidad. Como decía San Pablo:
“Todo es para bien de los que aman a Dios” (Rom 8, 28).
5.- Reconocer en familia que los dones o talentos que hemos recibido de Dios han sido gratuitos:
la unión, la alegría, la inteligencia, el sentido del humor, la
dulzura, la empatía, la conversación agradable, la amabilidad, el ser
deportista, el tener buen sazón, el carisma personal, entre otros muchos
dones.
No podemos exigir a los demás algo a cambio de eso.
¿Cuánto cuesta dar un abrazo o regalar una sonrisa? ¿Cuál es el precio
de escuchar durante media hora? ¿Qué nos quita el ir a visitar a un
anciano o a un enfermo? ¿Cuál es el precio que hemos puesto a los
minutos que nos ha dado Dios gratis?
6.- No sentirnos privilegiados porque tenemos “algo” que los demás no tienen:
“¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿de qué te
glorías?” (I Cor 3,7). Y de todo lo que hemos recibido gratis lo más
grande es el amor de Dios, que Cristo mereció por nosotros.
Ahora Cristo nos pide que lo demos a los demás
igualmente gratis, y lo podemos hacer en familia de un modo concreto: id
y proclamad que el reino de los cielos está cerca.
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