“¿Por qué no nos amamos tal como Dios nos ha hecho?”
El Papa Francisco Se Ríe Con Unos Jóvenes © Jesuitas Colombia
(ZENIT – 23 marzo 2018).- En el libro-entrevista “Dios es joven”, publicado el 20 de marzo de 2018 por Robert Laffont / Presses de la Renaissance Francisco deploró “la exacerbación de una estética artificial” que “deshumaniza la belleza humana”.
Y se pregunta: “¿Por qué querríamos vernos como un estándar? ¿Por qué no nos amamos a nosotros mismos como Dios nos creó? ¿Por qué el ser humano, tanto hombres como mujeres, están más esclavizados del parecer y tener, olvidando lo indispensable que es ser?”.
En el transcurso de sus conversaciones con Thomas Leoncini, un periodista y escritor italiano de 32 años, el Papa confiesa que “la industria de la atención estética y la cirugía plástica es aterradora”. “No podemos permitirnos que se convierta en una necesidad para el ser humano”, insiste.
Él distingue el culto de la apariencia del hecho de “cuidarse a uno mismo”: “Se trata de respeto, decoro, de una valoración positiva de uno mismo, que es el resultado de la autoestima legítimo y del sentimiento de la propia dignidad. Este es el cuidado apropiado del cuerpo y de su propia imagen, que expresa en el exterior un cuidado y una belleza interior”.
Mi gran temor era no ser amado
Emanando el diálogo de anécdotas personales de su infancia y adolescencia, el Papa confía en particular: “Cuando era joven, mi gran temor era no ser amado. ¿Cómo superar este miedo?: Buscando la autenticidad”, responde el Papa: “He luchado contra la sociedad de la apariencia también, y sigo haciéndolo aceptándome tal como soy … La sociedad de la apariencia se construye sobre la vanidad, y ¿cuál es el símbolo por excelencia de la vanidad? El pavo real. Imagina un pavo real: cuando pensamos en este animal, siempre lo vemos con su cola abierta, resplandeciente de color. Pero la realidad es diferente. ¿Quieres ver la realidad del pavo real? Míralo desde atrás. La vanidad siempre tiene un revés”.
“En esta sociedad de la apariencia –observa el Pontífice– parece que crecer, envejecer, entrar en madurez, sea un mal. Es sinónimo de una vida agotada, insatisfecha. Parece que hoy todo sea maquillado o enmascarado. Como si el simple hecho de vivir ya no tuviera sentido”.
Para el Papa, la necesidad de parecer va a la par con la inmadurez: “Hay muchos padres que son adolescentes en sus cabezas, jugando la efímera vida eterna y que, consciente o no, hacen de sus hijos víctimas de este juego perverso. Sin embargo, “una sociedad construida sobre lo efímero y la exclusión crea solo placeres momentáneos e ilusorios, y no alegrías profundas y duraderas”.
“Con demasiada frecuencia –señala el Papa– se ve a los adultos interpretando al niño, sintiendo la necesidad de ponerse al nivel del adolescente, sin entender que es un engaño. Es el juego del diablo … Es como si los adultos dijeran: ‘eres joven, tienes esta gran oportunidad y esta gran promesa, pero quiero ser más joven que tú, puedo serlo, puedo fingir ser así y en esto también ser mejor que tú`”.
Advierte contra esta inmadurez que confunde el instante y el tiempo: “cuando alguien razona con frases como ‘Quiero esto para toda la vida’, a menudo razona en el momento, imaginándose a sí mismo estar en el tiempo.
El Papa Francisco también denuncia el “pensamiento único” que es “débil porque no es auténtico, no es personal, se impone, por lo que sin duda nadie lo siente como propio: todo el mundo tiende a vivirlo, pero sin pensarlo.
© Traducción ZENIT, Raquel Anillo
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