Una tribu de mayoría pagana donde los ancianos lo controlan todo
Lydiah en sus votos definitivos... presentados como una boda con Cristo, al estilo samburu |
P.J.Ginés / ReL 5 septiembre 2016
Dios puede llamar a la vida religiosa en culturas y circunstancias muy adversas,
como muestra la historia de la hermana Lydiah Nyawira, la primera y por
ahora única monja de etnia samburu. Quien piense que las chicas
europeas tienen problemas para escuchar a Dios llamándolas a la vida
religiosa puede ampliar su visión con esta historia.
Los samburu: mandan los ancianos Los samburu o lokop viven en la zona central norte de Kenia, son unos 160.000, pastores seminómadas, relacionados con sus vecinos los masai, más famosos. En la película clásica de 1953 Mogambo, de John Ford, los samburu eran el pueblo de fondo que acompañaban los amoríos y aventuras de Clark Gable, Grace Kelly y Ava Gardener. La inmensa mayoría de los samburu siguen siendo paganos, y creen en una única divinidad, Nkai, por lo general protector. Sin embargo,esta nación es una estricta gerontocracia: el poder de los ancianos es casi total, los hombres de menos de 30 años son considerados prácticamente adolescentes y los ancianos conciertan los matrimonios. Cuando alguien desobedece a los ancianos, o peor aún, si los ofende, ellos invocan sobre el blasfemo la maldición de Nkai… y la divinidad, tarde o temprano, le castigará con dureza. Lydiah nació en 1982 en el pueblo de Lodokejek, en el país samburu. “Mi padre era y aún es catequista, y se me introdujo en la fe católica muy joven, bautizada como Roselyne Juliete Lenguris”, explica en la sección femenina del digital keniata Standardmedia.co.ke. “La vida de mi familia era como la de cualquier otra familia samburu: mi padre aún seguía las tradiciones de nuestro pueblo, y tenía dos esposas y once hijos”, avisa la hermana Lydiah. Casarla a los 14 años En 1996, cuando ella tenía 14 años, los ancianos llegaron y, sin necesidad de consultar nada con su padre, plantearon a la chica la pregunta ritual: “¿Nos dejas buscarte esposo o lo buscarás por ti misma?” La pregunta es una mera formalidad: se entiende que la chica debe acceder.
Ella no tenía ninguna gana de casarse, pero no se atrevía a decirlo y airar a los ancianos. Intentó ganar tiempo: dijo que podían buscarle esposo, pero que antes quería terminar sus estudios básicos.
Ellos se mostraron de acuerdo. Pero al año siguiente volvieron ya con un pretendiente y con el pago de una dote. Preguntaron a la chica si estaba lista para casarse… y ella ya se atrevió a decirles que no quería hacerlo. “Mi padre entonces me planteó un acuerdo: él pagaría mis estudios secundarios si aprobaba los exámenes, pero si suspendía, me dijo, no tendría más opción que consentir en casarme”. Los ancianos se impacientan La joven se comprometió a estudiar en serio, y efectivamente fue aprobando sus estudios secundarios. Pero a medida que pasaba el tiempo “los ancianos empezaron a ponerse violentos. Me amenazaron a mí y a mi familia y exigían que me casara ya porque las negociaciones matrimoniales ya se habían completado”.
La muchacha hizo lo que han hecho muchas otras chicas a lo largo de la Historia para evitar un matrimonio forzado: huir de casa y buscar la protección de la Iglesia. El padre Adolfo Ferrer, misionero italiano, la acogió en la parroquia católica y la protegió.
El ejemplo de las misioneras El sacerdote pagó sus estudios en una escuela secundaria peculiar. “Era de la Iglesia Presbiteriana pero tenía monjas italianas como parte del personal”, dice ella. “Realmente yo deseaba ser como estas hermanas, pero en esa época pensaba que no era posible para una africana hacerse monja”. Cuando terminó sus estudios secundarios, determinada a no casarme, habló con el padre Ferrero. Él le propuso dejar pasar un tiempo y trabajar como oficinista. Encontró un puesto en la administración provincial y allí conoció, por primera vez, a una monja africana. ”La seguí de inmediato y le pregunté sobre su vida. Ese día fui al padre Ferrero y le dije que había encontrado mi vocación y que me iba a la misión católica de Mathari, en el condado Nyeri, hogar de las Hermanas de María Inmaculada”. La "boda con Cristo"... y la familia Tomó los primeros votos en 2003, estudió magisterio con el apoyo de las hermanas y trabajó en varias escuelas. En abril de 2016, después de 13 años como religiosa, pronunció sus votos definitivos, “para dedicar mi vida a Cristo como su esposa, una vida de devoción, oración y celibato”.
Ese día fue para ella “de gozo sin mesura, porque era como mi día de boda y mi familia y comunidad acudieron. Finalmente me reconcilié con mi familia tras años de distanciamiento y fueron capaces de aceptar mi decisión de unirme a las Hermanas de María Inmaculada."
"También ayudó el hecho de que en 2008 mi padre me defendió ante los ancianos… diciendo que él pagaría todas las multas y regalos pendientes por no haberme casado con el pretendiente que ellos ofrecían”.
“Hoy soy la primera y única monja católica samburu,
pero pido a Dios que más mujeres samburu sean valientes y den el gran
paso de cumplir su propósito y destino. Digo a cada chica que enfrenta
presiones culturales: Dios te ha creado para un propósito, y sólo tú puedes hacer el trabajo para el que Dios te llama”.
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