Después de muchas peripecias espirituales, Daniel Bowen ayuda a muchos a discernir
El padre Daniel Bowen hoy es fraile mercedario y ayuda a otros a discernir su vocación, pero su historia espiritual empezó muy lejos de la Iglesia Católica. Ha contado parte de esa historia en el Northeast Ohio Catholic.
Creció en Mayfield Heights, una ciudad pequeña, de unos 15.000 habitantes, en Ohio (EEUU). Sus bisabuelos paternos y esa rama de su familia eran judíos ortodoxos, pero su abuelo dejó esa fe para casarse con una mujer de tradición protestante.
En realidad el padre de Daniel se crio sin religión y cuando nació Daniel, no lo bautizaron.
Con los Testigos de Jehová de niño
La madre de Daniel era de familia de origen metodista, pero ella era una Testigo de Jehová devota. De niños, Daniel y sus hermanos acompañaban a su madre a las reuniones de los Testigos. Su madre era una firme practicante de este credo, e incluso se negó a recibir una transfusión de sangre en una enfermedad que casi resultó fatal para ella. Daniel hoy ve que los contenidos de esa doctrina estaban equivocados, pero señala que el ejemplo de firmeza y compromiso de su madre siguen siendo inspiradores para él.
Una adoración que le abrió el corazón
En la adolescencia Daniel dejó de ir a las reuniones de los Testigos. Y acabada la educación secundaria empezó a salir con una chica católica. Ella le dijo que, si quería continuar la relación, tendría que acompañarla a misa. Él aceptó. Y también la acompañó a adoración.
"La Eucaristía, para mí, era increíblemente asombrosa. Notaba calma y paz", recuerda.
La relación entre los dos jóvenes no duró, pero él ya estaba intrigado por la fe católica y se apuntó al curso para adultos que se inician en la fe.
En esa misma época murió su padre, al que se sentía muy cercano. "Aprendí sobre Dios y la eternidad. El sacerdote me ayudó a vivir eso. Y Dios retomó las riendas que él había dado a mi padre terrenal para guiarme".
En 1994 Daniel se bautizó, comulgó y se confirmó. Pero no pensaba para nada en la vida religiosa.
Después se apuntó a una banda de rock local. Y se puso a trabajar con intensidad en el departamento de reclamaciones de una aseguradora. Dice que "disfrutaba ayudando a la gente, que es lo que hacemos también los sacerdotes".
La obsesión por el dinero y comprar cosas le alejó de Dios
Su vida de fe aún dio bastantes vueltas. Para empezar, con trabajo y sueldo, empezó a centrarse sólo en su carrera, en ganar dinero y en acumular posesiones materiales. Y se alejó de la Iglesia, de la misa, la confesión y la práctica religiosa.
Pero tener cosas no le dio la alegría que él habría querido. Algo le faltaba.
Una amiga lo invitó con insistencia a unos servicios de oración en una iglesia pentecostal. Y él, al final, aceptó ir porque, dice, "había en ello algo que parecía adecuado".
En aquella oración de estilo pentecostal, sintió que Dios le tocaba. "Recuerdo que Él me regaló el conocimiento de que Él es real, que me ama y que soy hijo de su Hijo".
Un retiro: primera confesión en 7 años
Poco después, en 2003, un amigo le invitó a un retiro católico de jóvenes. Allí se confesó por primera vez en 7 años. "Pude sentir literalmente como se levantaba el peso sobre mí, fue asombroso", recuerda.
También en ese retiro se reencontró con el rezo del Rosario. Y supo que Dios quería que le sirviera en la Iglesia Católica, su verdadero hogar. Ese fue el momento que decidió ir a misa diaria y se empezó a volcar en distintas agrupaciones de católicos.
Su vocación sacerdotal nació precisamente en misa, un día en que se fijó, en la elevación del cáliz, en cómo se reflejaba la gente reunida allí en la superficie metálica pulida. "Me di cuenta de que somos todos uno en Cristo. Ahí empecé a pensar en ser sacerdote", recuerda.
Le presentaron los mercedarios
Daniel se planteó entrar en el seminario diocesano, pero tenía un obstáculo compartido con muchos jóvenes norteamericanos: debía una gran cantidad de dinero por sus estudios.
Entonces su párroco le preguntó si había considerado la vida religiosa. Conoció un sacerdote mercedario y le cautivó su apasionamiento. Examinó a los mercedarios, una orden fundada hace 800 años en Cataluña por el mercader San Pedro Nolasco, con el apoyo del rey Jaime I el Conquistador y del sacerdote y jurista San Raimundo de Peñafort, después de que la Virgen de la Merced se les apareciera en 1218 animándoles a trabajar por la liberación de los cautivos.
"Me gusta ese carisma y el cuarto voto de estar dispuesto a entregar mi vida por Dios", explica. También le gustó la devoción mariana de la orden. "Eso me habló al corazón", explica.
En invierno de 2020, Daniel Bowen reza con otras voluntarias de 40 Días por la Vida. La redención de los cautivos de los mercedarios incluye también a los niños por nacer.
En el vídeo, del canal de los mercedarios de EEUU, el padre Daniel canta una popular canción folk sobre las madres.
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