27 febrero 2018
José Moreira, de 43 años, nació en Argoncilhe, a 25 minutos de Oporto en coche. Este portugués en España, que hoy es sacerdote de la Fraternidad Misionera Verbum Dei, descubrió su vocación a una edad relativamente tardía.
Su novia le hablaba de Dios y llevaba a misa
Aunque su madre era una mujer devota, a José el mundo eclesial siempre le pareció «un rollo».
En su pueblo trabajaba desempeñando labores administrativas en una fábrica de neumáticos, y así hubiera seguido mucho tiempo de no cruzarse una mujer en su vida. Fue su novia quien despertó su curiosidad por los asuntos celestiales a fuerza de hablarle de Dios.
«La acompañaba de vez en cuando a misa y poco a poco hubo cosas que empezaron a llamarme la atención», explica.
Entró en la Fraternidad Verbum Dei, estudió en Chile y México y terminó la carrera de Teología en España, donde se ha adaptado bien a la idiosincrasia nacional.
La fe del español: del todo al nada
«Frente al carácter tranquilo de los portugueses, el español destaca por su temperamento fuerte, la espontaneidad y decir las cosas a la cara, lo que me gusta. No obstante, en el ámbito de la fe, el español tiende a moverse entre el todo y la nada. Hay gente, sobre todo los abuelos, que tienen una fe enorme, lo que contrasta mucho con los nietos, que por lo general no quieren saber nada de la Iglesia».
En la parroquia de Nuestra Señora de las Américas, en el madrileño barrio de la Piovera,coordina a los miembros de la Fraternidad Misionera Verbum Dei.
En sus tres años y medio en España, se ha dedicado a acompañar a los enfermos y ancianos que viven solos, visita dos colegios a la semana para transmitirles la fe a los más jóvenes y adiestra a los creyentes en los secretos de la meditación cristiana, una actividad que ignoran muchos católicos.
Mejor en Madrid que en Moscú
Salvo algún ataque esporádico de 'saudade' y nostalgia por el bacalao de su madre, no echa de menos demasiado Portugal. Más duro y exigente fue su anterior destino, Moscú, donde le impresionó el alcoholismo, la abundancia de gente sin hogar y el frío.
«Allí el invierno, con nieve y bajas temperaturas de octubre a abril, se hace muy largo. La verdad es que ya cansaba».
(El diario Ideal.es recoge aquí varias historias breves de clérigos extranjeros en España, firmadas por Antonio Paniagua)
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