27 febrero 2018
Hervé Boris da Silva, de Benín, atiende 12 pueblos de la Alcarria en Guadalajara |
Hervé Boris Da Silva, de 44 años, nació en Cotonú, la ciudad más grande de Benín, en África Occidental, llamado a veces "el país del vudú", una excolonia francófona muy pobre donde los cristianos no llegan a ser ni el 40% de la población.
Sin embargo, él sí se crió en una familia católica que cada domingo por la tarde rezaba en rosario. Su padre era empresario de la construcción y su madre enfermera.
Hervé explica que tuvo clara su vocación sacerdotal una vez que veía una de las películas italianas del cura Don Camilo y el alcalde comunista Pepone.
Dice que le aguijoneó la envidia al ver a un sacerdote hablando con Jesús. «La oración es un punto muy importante de mi espiritualidad», confiesa.
Doce pueblos en la Alcarria
Llegó a España en 2014 para estudiar Teología Pastoral. Pasó dos años como vicario en una parroquia de Azuqueca de Henares (Guadalajara) y ahora visita para hacer misa hasta doce pueblos de la Alcarria, esos pueblos famosos por la "ruta de la arquitectura negra", llamados así por sus tejados de pizarra. Con un compañero celebra misa en los pueblos de Majaelrayo, Tamajón y Valverde de los Arroyos, en invierno. Los otros municipios casi se vacían hasta que llega el verano pero también los tiene que atender: son Almiruete, Campillo de Ranas, Campillejo, El Espinar, Muriel, Palancares, Robleluengo y Zarzuela de Galve.
El padre Hervé admite, a regañadientes, que en España ha sufrido algún episodio de racismo a causa de su piel negra, pero no quiere dar detalles ni da importancia al asunto.
Feligreses amables... y gente enganchada al móvil
No le ha costado demasiado adaptarse y agradece que sus feligreses no le regañen por sus problemas con el idioma.
Cosas que ve distintas a su país: «Al llegar aquí me llamó la atención que nadie se saludara en el transporte público. Aquí todo el mundo va leyendo o mirando la pantalla de su móvil».
Lamenta que Benín esté corroído por la pobreza y la corrupción, a veces bendecida y alentada por Occidente. En lo religioso, su país, de unos nueve millones de almas, es un crisol de creencias donde conviven el catolicismo, el protestantismo, el islam y el vudú. Pese a las radicales diferencias entre benineses y españoles, Hervé cree en el sustrato universal que define a todos los hombres: «Al final todos somos iguales, sabemos reír, llorar y compartir».
(El diario Ideal.es recoge aquí varias historias breves de clérigos extranjeros en España, firmadas por Antonio Paniagua).
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