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quinta-feira, 15 de junho de 2017

La monja ginecóloga que ayuda a dar a luz a miles de mujeres pobres: «Esta vida me llena, soy feliz»

Oración y partos en un barrio paupérrimo de Nairobi, siempre con fe

La hermana Mary, a la derecha, con la madre superiora de su congregación en el hospital del Distrito Mbaghati
15 junio 2017


La hermana Mary Joan Njeri, de las hermanitas de San Francisco, obstetra y ginecóloga, trabaja duro en un hospital público de Nairobi (Kenia), cerca de Kibera, el suburbio más grande de la ciudad, donde las mujeres no pueden permitirse ir a otro lugar para dar a luz.


El área de maternidad de este hospital, el Hospital del Distrito Mbaghati, está siempre colapsado. Tiene capacidad para que 300 mujeres den a luz cada mes, sin embargo, la realidad es que hay más de 1.000 al mes que necesitan asistencia.


Kibera es el barrio de chabolas más grande de toda África

La mitad de los habitantes de Kibera no tienen empleo, y algunas personas sobreviven con tan solo 1$ al día. La hermana Mary ha respondido así a las preguntas de Global Sisters Report sobre su vida en este hospital público:

- ¿Por qué decidiste hacerte ginecóloga?
- Cuando era doctora general, a veces solía estar de guardia en la zona de ginecología. Cada vez que veía a una mujer suufriendo porque necesitaba un especialista, este no estaba disponible. Había muy pocos especialistas, y además eran caros.



»Así que me pregunté a mí misma: ¿por qué no me especializo en ginecología? Así habría alguien siempre disponible  y no cobraría tarifas tan altas. Ahora este trabajo ha llenado mi vida. Cuando las mujeres vienen a mí, no cuento ni el tiempo ni el dinero.

- ¿Cómo es trabajar en el hospital de un barrio pobre?

- A veces hay hasta tres mujeres por cama. Como son todas de por aquí (Kibera), no pueden permitirse un hospital mejor.


»Normalmente, después de que una mujer haya dado a luz, hay que dejarla en observación durante 24 horas. Sin embargo, nosotros solo podemos acogerlas durante 12, debido a la gran cantidad de mujeres que requieren nuestros servicios.




»Incluso cuando practicamos la cesárea a alguna de las madres, que suelen ser un 18 o 20% del total, es decir, 100 o 150 mujeres, tienen que compartir cama. Es muy duro.

- ¿Cómo es un día normal para tí?

- Me levanto a las 4:30 a.m y hago mis oraciones. Luego, voy en autobús a la ciudad a las 6:30 para escuchar misa. Tengo que llevar el té en un termo porque es muy temprano. A las 7:30 estoy en el hospital y empiezo por hacer un reconocimiento a las mujeres que ingresaron la noche anterior, hasta que vienen el resto de doctores a las 8:00.

»A esa hora empiezo mi ronda general con el resto de doctores, que puede durar hasta la 1:00 p.m por la cantidad de mujeres que hay. En vez de irme a comer, voy a rezar sobre la 1:15, y a las 2:00 estoy de vuelta para diagnosticar a las madres que han ingresado por la tarde.

» Tras enseñar a los interinos del hospital algunas técnicas a las 5:30, tengo adoración en el convento desde las 6:00 hasta las 7:00. A las 7.30 ceno, y después tengo tiempo libre. Sobre las 11:00 me voy a dormir, después de hacer vida en comunidad con el resto de hermanas. Por la noche pueden llamarme para urgencias, que suelen ocurrir a menudo.


» Los sábados y domingos voy al Masailand (barrio de los Masai) y les atiendo. Siempre les animo a que den a luz en un hospital. Esta vida me llena, y soy plenamente feliz.

- ¿Hay alguna paciente que recuerdes especialmente?
- En una ocasión, vino una mujer a mi consulta a la que realicé una ecografía. En ella pudimos comprobar que tenía gemelos, y se puso a llorar porque no sabía como los iba a mantener. Era tan pobre, que cuando dio a luz ni siquiera tenía un trozo de tela para envolver a los bebés. Yo tenía mi kitenge, una prenda típica en Kenia que se ata alrededor de la cintura. Lo saqué de mi mochila, lo corté por la mitad, y envolví a los recién nacidos.

- Parece una vida muy ajetreada, ¿cómo mantiene su fe?
- Mi fe y mi convicción me han dado la fuerza para continuar. Sé que no trabajo solo por la gente, sino por el Señor. Y es Él quien me da la fuerza y la energía para seguir.

» Por eso voy a misa cada día y rezo mucho. Porque no podría hacer todo esto sin Él.


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