La vida de su hijo puede más que el secuestro, la violación y el abandono
El amor de una madre por el hijo que lleva dentro puede superar pruebas inimaginables, como es el caso de miles de mujeres yazidíes secuestradas por los islamistas. |
ReL 8 septiembre 2016
El contraste es demasiado hiriente: la
frivolidad con la que en tantos países se mata legalmente a los propios
hijos antes de nacer, y el drama que, por no matarlos, viven las mujeres yazidíes secuestradas y violadas por decenas de islamistas. Lo cuenta Benedetta Frigerio en La Nuova Bussola Quotidiana:
¿Qué hay más sobrecogedor y lesivo para el cuerpo, el alma y la psique de una mujer que la violencia física y psicologica perpetrada sobre ella? Es difícil imaginar qué significa que varios hombres abusen de ti continuamente día y noche, y aceptar que lo mismo suceda a tus hermanas o amigas, sobre todo si son niñas. Tratadas como esclavas, degradadas en su más profunda intimidad hasta el punto de hacerles desear la muerte en lugar de tener que soportar un castigo que parece insoportable. Es el calvario que sufren miles de mujeres iraquíes pertenecientes a la minoría religiosa yazidí (según Human Rights Watch son tres mil, de las que mil quinientas ya han sido liberadas) desde que los miembros del Estado Islámico invadieron hace dos años su país, secuestrándolas y esclavizándolas.
Pero hay algo peor si pensamos que las que han huido de sus verdugos, en lugar de ser acogidas, son estigmatizadas por su comunidad de origen.
Cuando dejan atrás lo peor... aún queda mucho por sufrir La emisora Voice of America ha descrito recientemente lo que sucede dentro de la minoría yazidí cuando una de sus mujeres, secuestrada y violada, vuelve a su casa. Según las normas de la comunidad religiosa, las relaciones sexuales con personas de otros credos y etnias son condenados incluso en el caso de que no se haya dado el propio consentimiento. Y aunque la tragedia, de enorme alcance, ha obligado a las autoridades religiosas a hacer una excepción, invitando a la acogida de las jóvenes que han huido de los islamistas, la prohibición de tener prole permanece. De hecho, en septiembre de 2014, el líder espiritual de los yazidíes, Khurto Hajji Ismail, admitió la excepción hablando de una "situación descontrolada", pero añadiendo que si bien "las víctimas son nuestras hijas y hermanas, sigue siendo inaceptable para nuestra religión permitir el nacimiento de cualquier niño cuyos padres no sea yazidíes". En este caso, la única solución para todas las que vuelven a su comunidad embarazadas es el aborto, so pena de alejamiento si se niegan. Esto llevaría a pensar que muchas yazidíes que se encuentran en esta situación elijan el homicidio. Porque aunque la ley iraquí prohibe el aborto, el Estado siempre lo ha tolerado dentro de la minoría, como ha subrayado la diputada yazidí Vian Dakhil, entrevistada por Voice of America.
Por encima de todo, el hijo que llevan dentro
Sin embargo, los datos demuestran que las que eligen la vida, aceptando la cruz del aislamiento incluso después de un sufrimiento al límite de lo soportable, son muchas: Nofel Hamadi Akub, gobernador de la provincia de Nínive, controlada por el Estado Islámico, ha declarado que el número de niños nacidos en esa zona de "padres desconocidos" como consecuencia de la "yihad sexual" son casi tres mil. La emisora americana ha hablado de esta situación como de un problema que hay que resolver, dejando entender que la mejor solución sería el aborto legal. Sin embargo, otra diputada iraquí, Reza Dler, ha relatado la historia de una de las yazidíes que ha elegido la vida: "Estaba embarazada de ocho meses cuando consiguió huir del Estado Islámico; quería tener a su hijo, pero su marido la amenazó con divorciarse si tenía al niño. Al final la pareja se separó. Ahora la mujer vive en un campo de prófugos con su hijo de cinco meses". Una reflexión sobre el contraste Es espontáneo preguntarse qué es lo que hace que una mujer que está al límite de la resistencia física y mental, que ha asistido a atrocidades aún peores de las que sufrieron los que estuvieron en los campos de concentración nazis y que, tal vez, como muchas otras secuestradas por el Estado Islámico, haya pensado en el suicidio, acepte sufrir también el rechazo de la propia familia para proteger la vida del hijo de su agresor. Hay algunas que han incluso confesado que prefieren la esclavitud "del Estado Islámico si volver a casa significa perder al niño", ha declarado Dler, recordando que hay mujeres yazidíes que han dado a sus pequeños en adopción a matrimonios kurdos. Es como decir que ni la violencia física y psicológica repetida durante meses, ni la exclusión social son tragedias peores que el mal que se hace contra un hijo. Es como decir que una nueva vida, incluso si es el resultado de una violencia brutal, es capaz de romper convicciones religiosas muy enraizadas y devolver una fuerza de autoconservación misteriosa, y quizá difícil de entender para quien no es madre. Tendríamos que ser capaces de plantearnos, mientras nos rasgamos las vestiduras por la bestialidad de los yihadistas, lo infravalorada que está la fuerza de la violencia psicológica del nihilismo occidental, que consigue convencer a miles de mujeres a ponerse en fila cada día delante de nuestros ambulatorios de los hospitales de vanguardia para que eliminen en pocos minutos la carne de su carne. Aniquilando, a veces como si no fuera nada, una fuerza vital que es más fuerte que la furia de los cortadores de cabezas. De este modo silencioso, educado y solapado el relativismo se cobra más víctimas que la yihad. Traducción de Helena Faccia Serrano (diócesis de Alcalá de Henares).
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