Pablo López, apasionado del longboard, el kitesurf... y, ahora, cura del Opus Dei
Pablo López, con sus padres en Roma - apasionado del deporte, lo compara con la exigencia de la vida cristiana |
ReL 6 septiembre 2016
Pablo López, de Madrid, ha sido ordenado
sacerdote de la Prelatura del Opus Dei en el santuario aragonés de
Torreciudad este domingo 4 de septiembre.
Licenciado en Psicopedagogía y especialista en Educación Física, es un apasionado de muchos deportes (longboard, surf, kitesurf y otros) y compara la vida cristiana con el deporte, y el sacerdocio, con los entrenadores de los deportistas. "Rezando entendí que Dios me pedía una entrega completa de mi vida siendo sacerdote, para poder hacer las veces de Jesucristo en los sacramentos. De este modo puedo acercar a mucha gente al podio del Cielo", asegura. Vida cristiana y deporte: ¡que salga el ejercicio! "La vida cristiana tiene una similitud muy cercana al deporte. Exige comenzar y recomenzar una y otra vez, hasta que salga un ejercicio. Muchas veces nos equivocaremos, pero lo importante es no desanimarse y recomenzar. Como en un paso en una vía de escalada, un salto de altura, la colocación de los pies en un golpe de golf, hay que seguir hasta que, al final, sale", afirma. En este contexto, si el cristiano es como un deportista enfrascado en su régimen deportivo, el sacerdote se verá como un entrenador. "Hace años conocí a un boxeador olímpico español. La primera vez que me contó su preparación física y los sacrificios que exige ese deporte le pregunté cómo podía soportar esa forma de vida y me contó que gracias a su entrenador, que le apoyaba en todos los momentos", apunta Pablo López. "El sacerdote es como el entrenador de los boxeadores, tiene que apoyarles en todos los momentos de su vida. Estar cerca de esa persona, no sólo en los combates victoriosos, sino también en sus derrotas, en los pesajes, en los entrenamientos". Dirección espiritual: es como el triatlón Este sacerdote recién ordenado piensa que la dirección de almas puede compararse también con un triatlón. "Llevar la dirección espiritual de personas puede ser similar a este deporte. Primero tienes que rezar mucho por ellas, y eso sería como nadar. Luego tienes que ofrecer muchos sacrificios por cada una, lo cual podría asimilarse al recorrido en bici, con puertos, y con el viento en contra. Y el último paso es hablar con la gente, acercase, ponerse cerca, como en las carreras". También se parece al entrenador del levantador de pesas: "La persona puede cargar con mucho peso -unos 140 kg.- de sus problemas y el sacerdote está allí, cerca, de pie, para ayudarle a que ese peso no se le venga encima, sino que le haga más fuerte". Si pierdes tu tabla, confiésate y sigue surfeando También es posible comparar el esfuerzo del cristiano con surfear las olas con una vela al viento, como en el kitesurf. "La vida cristiana es similar al kitesurf: hay momentos en que debes ir a favor del viento y otras veces, en contra. Cuando vas en contra, tienes que saber ceñir bien para ir recortando metros al viento. Habrá momentos en que te caes y hasta puedes perder tu tabla, que sería como la gracia, la tienes que recuperar en la confesión para poder llegar a la orilla, que al final de nuestra vida será el cielo".
¿Y si hay un accidente, una caída, un esguince...? "El sacerdote, cuando lo tenemos cerca, siempre tiene esos geles tan buenos que son reconstituyentes para el alma y evitar los momentos de pájara: los consejos, la confesión…"
Una vocación que nace en familia Pablo López cree que su vocación es fruto, al 99%, de lo vivido en su familia. "Mi padre siempre me ha enseñado a trabajar duro, teniendo que madrugar y aprovechando muchas horas a lo largo del día para sacar la familia adelante, siendo muy profesional, educándome y corrigiéndome cada vez que lo hacía mal, sin pasarme ni una", afirma. Respecto a su madre, afirma que ella "me ha acercado mucho a Dios y a la Virgen, he descubierto en ella la piedad cristiana, la vida interior: desde siempre, que yo recuerde, nos llevaba a mi hermano y a mí a Misa con ella por las tardes. De ella sigo aprendiendo a cuidar las cosas pequeñas, a no criticar a nadie nunca, a no perder el tiempo, a ayudar a la gente que nos rodea…" Por último, reconoce que de su único hermano, mayor que él, "he intentado aprender a tener muchos amigos y a tratarlos muy bien, querer sacar de los 60 minutos una productividad del cien por cien, aunque a mí me queda todavía bastante por completar..." Y desearía que se despertaran vocaciones, por ejemplo, en los jóvenes que acudieron a la JMJ de Cracovia y escucharon la llamada del Papa, que decía que "están en el mundo para dar mucho más, no simplemente para quedarse en el canapé dejando que pase la vida". (El testimonio original, en formato entrevista, aquí en OpusDei.org)
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