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terça-feira, 21 de outubro de 2025

«Los domingos», ¿por qué fascina? La pureza y el misterio de Dios, que llama tras lo gris cotidiano

Una película premiada en San Sebastián, llena de historias de vocación tratadas con respeto

En la película Los Domingos la familia de Ainara, que son muy poco religiosos, tienen que encajar su posible vocación de clausura

En la película Los Domingos la familia de Ainara, que son muy poco religiosos, tienen que encajar su posible vocación de clausuradavid herranz

Pablo J. Ginés
21.10.2025 | 06:42  Actualizado: 


    La película Los domingos, que ganó hace unas semanas la Concha de Oro del Festival de San Sebastián, es una historia de ficción hermosa y fascinante a varios niveles y está suscitando debates y asombro, ya desde su inicio, con unos segundos de música de Íñigo Quintero y su canción joven de amor obsesivo.

    Ainara, una chica vasca de 17 años, huérfana de madre, se plantea entrar como monja de clausura. Vemos que Ainara madruga para ir ella sola a escuchar laudes con religiosas tras las rejas. Solo eso ya indica que algo pasa. Quiere hacer una primera experiencia de unos días en el convento. 

    En su casa, sólo su abuela tiene algo de fe, aunque celebran la Primera comunión de su hermanita. Su padre viudo está más centrado en su nueva relación con otra mujer. Su tía Maite, que en parte intenta ejercer de madre, es más bien hostil a la religión. A Ainara le hablará con suavidad y paciencia para intentar "ganar tiempo" y disuadirla o distraerla de esa vocación.

    Es una película magnífica, tranquila pero con tensión, construida sobre diálogos y miradas. Queremos ver qué pasa de verdad en Ainara y qué va a pasar en su familia. 

    Hay un par de escenas de adolescentes hablando de sexo y otra de adolescentes que se quitan la camiseta en actitud amorosa. Por eso, y su tema complejo, es mejor reservar este filme para mayores de 16 años.

    Ainara, concentrada en misa; su padre, por cumplir; su abuela, alegre con la nieta; la tía, detrás, impaciente

    Ainara, concentrada en misa; su padre, por cumplir; su abuela, alegre con la nieta; la tía, detrás, impacienteDavid Herranz

    La inocencia de Ainara

    La primera fuente de fascinación es la pureza e inocencia de Ainara. No es pureza angelical, sino natural, por su juventud protegida. Nos dicen que es una chica inteligente. Es silenciosa, meditativa, no disfruta con las bromas chuscas ni las tonterías de otros chicos de su edad. Nos fascina la actriz novel, Blanca Soroa, que tenía 16 años cuando empezó las audiciones y 17 cuando se estrenó la película en un festival.

    La actriz no tiene apenas formación religiosa. Se ha dejado guiar en todo por la directora, Alauda Ruiz de Azúa, que se declara no creyente, pero que ha hecho un exquisito trabajo de documentación. Han hablado mucho con sacerdotes que hacen direcciones espirituales, con religiosos, con acompañantes espirituales, con chicas jóvenes que sentían vocación, con algunas que entraron y perseveraron, con otras que no... Y eso lo llevaron a los diálogos, pero también a los gestos, rostros, miradas...

    Las 3 hipótesis de la tía Maite

    La vocación de Ainara inquieta a su tía Maite (gran trabajo de la actriz Patricia López Arnaiz), que no cree en Dios, y que a lo largo de la película irá exponiendo tres hipótesis de lo que sucede. La primera, es un flechazo de enamoramiento, un "amor puro, muy bonito", pero en vez de hacia un chico concreto, hacia Dios, o, si no se cree en Dios, hacia esa sensación o el enamoramiento en sí. Otra posibilidad es que, como huérfana herida, en una familia con problemas, busque desesperadamente en la religión una figura paterna o materna en Dios, o una comunidad de hermanas. La tercera posibilidad (no son excluyentes) es que simplemente todo el entorno de monjas y curas que la rodean la manipulen con trucos sectarios. Los espectadores, como la familia, nos dedicamos a reunir indicios.

    Ainara es de hablar poco, la película está llena de silencios y miradas, y se van desplegando personajes que nos deben ir dando pistas del contexto en el colegio, en la familia, entre el grupo de amigas... "Es que a Ainara le gustaba Mikel, pero él se enrolló con otra", cuenta una amiga. ¿Es una pista relevante para entender lo que le pasa a Ainara?

    Dios no tira rayos: si habla, es a cada uno

    El caso es que Dios no tira rayos ni usa efectos especiales, al menos en esta historia. Los días son grises y fríos en esta película. La naturaleza apenas se despliega, no es seductora. Ni los pájaros ni el sol hablan de Dios. Dios tampoco habla en la belleza del culto, porque sólo vemos parroquias de ladrillo y austeridad en el convento. La misa de Primera Comunión es normalita. Los niños leen sus típicos mensajes de "gracias, queridos papás". Cantan "No miréis a nadie, a nadie más que a él", de Luis Alfredo: esta canción es lo más cristocéntrico de la película.

    Cuando Ainara pruebe con las monjas no verá bellas vidrieras o liturgias, sólo sencillez, cercanía. "Dios es como cualquier otro marido, tiene sus cosas...", dice con realismo y algo de humor una de las hermanas. Ainara canta en un coro, y la música es el único arte que habla de Dios en esta película... pero el coro del convento no tiene ninguna belleza estética especial.

    Explorar el misterio de ser llamado por Dios

    Nos fascina Ainara, exploradora novatísima del misterio de la vocación. Pero nos fascina también ese misterio en sí, la vocación que la cineasta expone -¡oh, escándalo de escándalos!- dejando hablar a personajes con fe. Personajes creíbles, realistas, basados en entrevistas al documentarse, personajes con fe normal pero real. Y hay muchos.

    Eso es lo que comentan asombrados, tras mucho maltrato, los católicos al ver Los Domingos: por primera vez, en una película de ficción, se deja hablar a varios personajes de su vocación, en sus propios términos, con respeto. Tenemos a la Madre Superiora: sabe escuchar, sabe dar criterios. Tenemos una anciana, que cuenta que lleva muchos años. Tenemos a otra postulante, ya con 25 años o más, que mientras fuma explica emocionada cómo Dios la sorprendió llamándola a clausura. Tenemos al joven cura, que explica la fe y el escuchar a Dios con esa dinámica de la venda que tapa los ojos. Y que nos habla, en clave varonil, de su vocación de enamoramiento y entrega total a Cristo.

    Ainara sólo habla de su exploración vocacional con un par de criterios. Le han dicho que Dios habla poniendo un deseo en el corazón que le conduce. También explica a un pariente que, algunas veces, Dios responde en la oración cotidiana cuando se reza con el corazón. En un momento cumbre, ella orará con todo el corazón. Hasta la tía Maite verá que algo sucede. Pero solo podemos verlo en los rostros, en las miradas, en las reacciones. No hay manos mágicas escribiendo instrucciones en la pared, no se abren los cielos para que desciendan una luz como una paloma.

    En lo gris de lo cotidiano

    Si Dios actúa, ha de ser en el gris de lo cotidiano. Hay documentación en la vida del convento, en la del colegio católico, en la vida de la familia de Bilbao ("de toda la vida, pero nuestra abuela era gallega", que regala un móvil a la niña en la Primera Comunión) y en la de los jóvenes que beben mientras juegan al "yo nunca, nunca" y dicen groserías. Es por lo creíble de lo cotidiano, por el costumbrismo, que nos fascina la posibilidad de irrupción de lo sobrenatural, de Dios.

    Los jóvenes católicos hoy no están tan solos

    Con todo, a alguien que trabaje con jóvenes católicos hoy, habrá cosas que le llamarán la atención. Es verdad que la intriga se centra en si Ainara tiene una llamada especial a la vida contemplativa y es cierto que las almas contemplativas son especiales. Pero hoy un joven católico casi siempre forma parte de un grupo de jóvenes católicos, reza con hermanos jóvenes, escucha música cristiana, ve películas, las comenta en la parroquia.

    Estremece un poco la soledad de Ainara, que no parece tener ninguna amiga o amigo católico joven con quien hablar. La cineasta dijo a ReL que cuando se plantean la vocación, se pide a las chicas discreción, pero una cosa es no hablar de la clausura y otra no tener a nadie con quien hablar de Dios, fuente de amor y fascinación. Tampoco vemos a Ainara rezar, excepto en misa, con monjas o en la escena cumbre. Y casi no la vemos hablar de Dios, de su relación con Dios.

    Es verdad que hay gente discreta, tímida y callada. Pero el amor tiende a expresarse. Cuando se sabe que tienes un amor querrás contar cosas de tu amor. Se suele poner el ejemplo de la samaritana, que contaba a todos lo que Jesús hizo con ella.

    Podemos pensar que hay razones de guion aquí: para mantener el suspense, Ainara tiene que estar muy sola, muy vulnerable, muy silenciosa, ha de carecer de un discurso bien vertebrado. "Es una fanática religiosa", dicen en su familia. Cada espectador tendrá que decidirlo.

    También para mantener la tensión dramática, no se habla de las distintas fases paulatinas del compromiso religioso (y muy poco), hasta muy avanzada la película; un espectador poco avisado puede pensar que a los 17 años se toma una decisión de por vida de la que no se puede salir. Tampoco se habla de que hay otras vocaciones: el matrimonio, o servir a Dios fuera de la clausura, entre los pobres... La película lo centra todo en una chica sola frente a un convento con rejas. Parece más "radical" de lo que es un proceso real de discernimiento.

    ¿Es Maite racional?

    En reseñas de prensa hay quien presenta a la tía Maite como racionalista. Pero ella no consigue reunir pruebas racionales para ninguna de sus tres hipótesis. En cierto momento cumbre ve algo, y parece decidir ignorarlo. Tampoco hace argumentaciones vertebradas contra la fe. Decir que la fe rellena una herida emocional no es decir gran cosa: casi todo el mundo tiene heridas, millones dicen que Dios les ha curado muchas de esas heridas, pero pocos van al convento.

    A medida que avanza la película, Maite pasa de hablar con paciencia y dulzura a dar gritos. El tema no es sólo si tiene sentido creer en Dios, sino si tiene sentido creer en "ese amor tan bonito", al menos en un nivel suficiente como para luchar por la propia familia en sus crisis. Ella misma tendrá que decidir si vale la pena luchar por su hogar.

    Pero, como en un espejo inverso, tampoco los creyentes de esta película dan "razones para creer". "La fe es un regalo, se tiene o no se tiene", dice una religiosa. Pero "¿cómo creerán si no se les predica?" (Romanos 10,14). Varios personajes hablan de amar a Dios, o a Jesús, pero ninguno dice nada concreto de qué es lo que les fascina de Jesús. Nunca resuena la Palabra de Dios, excepto ritualizada, salmodiada en el convento. Con Los Domingos, la vocación deja de ser un tabú, pero Jesús aún lo es.

    En una entrevista, Alauda Ruiz declara: "Me impresionó comprobar de cerca el consuelo tan real que algunas personas encuentran en la fe o en la vocación. Entendí que esa sensación de paz y esperanza es muy auténtica, y que es difícil negarle eso a alguien cuando lo vive de verdad". Pero, si esa paz y esperanza es auténtica, ¿no debería serlo aquello que la suscita?

    Miniatura del video


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