La icónica revista bucea en los acontecimientos que llevaron a Prevost al pontificado
El Papa León XIV, portada de la revista "Time" de julio de 2025.
La icónica revista bucea en los acontecimientos que llevaron a Prevost al pontificado
El Papa León XIV, portada de la revista "Time" de julio de 2025.
La conocida revista estadounidense “Time” ha dedicado su portada y un extenso reportaje de Belinda Luscombe a la figura de Robert Francis Prevost y, especialmente, a todos los eventos que lo prepararon desde su infancia para el histórico “Habemus Papam” del 8 de mayo de 2025, día en que aceptó su elección como pontífice.
Bajo el título “The making of the Pope”, Luscombe comienza reflejando los efectos del huracán Prevost que, semanas después de su elección, mantienen las casas de sus familiares en Chicago atestadas de visitantes y solicitantes de favores y oración.
A sus 71 años, su hermano John tiene el buzón lleno de cartas, le envían ofertas de despachos de contabilidad, pelotas de béisbol para que las firme el Papa León y el teléfono “suena hasta bien entrada la noche”. Incluso hay publicistas de Hollywood que se ofrecen a representar a Prevost o periodistas que ofrecen sus consejos de qué decir y qué no en directo.
Es el contexto que encuentra la periodista a la hora de entrevistar a los conocidos y familiares de Prevost. Y su conclusión es que, “ya sea por intervención divina, sabias decisiones, suerte o las tres, su camino lo preparó de manera única” para el pontificado.
Muchos testigos y conocedores del pontífice, como el párroco de Filadelfia, Paul Galetto, reiteran que la escucha y la amabilidad han acompañado al pontífice desde que lo recuerdan. “Él te escucha. No va a interrumpir tu conversación ni a decirte que te equivocas. Esa es una gran ventaja”, comenta el párroco.
Hablando de su vocación, mencionan que desde muy pronto, el menor de los tres hijos de Mildred y Louis Prevost tenía claro hacia dónde se dirigía y que hasta octavo grado, en torno a los 13 años, lo único que se planteaba era si sería sacerdote religioso o diocesano.
“No le impusieron nada, fue su decisión”, relata su hermano.
La familia de Prevost siempre fue profundamente católica, Mildred era bibliotecaria, cantaba en el coro, y tenía familia consagrada, mientras que su padre Louis sirvió en la marina durante la Segunda Guerra Mundial y se planteó el sacerdocio.
También presentan a León como “un niño normal”. Montaba en bici, jugaba con bichos y no era raro que simulase ser sacerdote con pocos años. Como confirma su hermano John, “tenía fama entre los vecinos y una señora mayor le decía, mientras jugaban en el jardín, que algún día sería Papa”.
Sus familiares recuerdan las visitas de las órdenes religiosas para orientar al joven Prevost en su incipiente vocación, que finalmente desarrolló en San Agustín, el seminario menor de Holland, en Michigan.
“Era duro; era riguroso”, dice el padre Becket Franks, de un curso menos que el del futuro Papa. Los estudiantes se levantaban a las seis de la mañana y su agenda duraba hasta pasadas las ocho de la tarde, cuando tenían unas horas libres.
“Creo que era la persona más inteligente que jamás hayamos conocido”, asegura su compañero, que no duda en afirmar que todo lo que vivieron en el seminario de San Agustín “preparó a Robert Prevost para su puesto. No solo la educación, sino también el trato con la gente, aprender paciencia y cómo comportarse".
Tras concluir sus estudios en Villanova, la universidad agustiniana de las afueras de Filadelfia, hizo sus primeros votos como agustino. Una vez en la orden, Prevost continuó su formación en la Unión Teológico Católica (CTU), donde maestras como la hermana Dianne Bergant, hoy de 88 años, lo recuerdan como una persona tranquila y estable.
“Esas son las dos palabras que diría sobre él. Era como si nada lo perturbara. Era realmente una persona en paz consigo misma”, cuenta.
Mark Francis, compañero de Prevost y hoy superior general de la Congregación de Clérigos de San Viator, recuerda que en aquella escuela más que una teología “muy doctrinaria y rígida”, encontraron en el componente misionero uno de los puntos fuertes. Muchos de los graduados de la CTU, incluyendo más tarde al mismo Prevost, serían de hecho misioneros.
“Estaba muy interesado en lo que hacía en Perú", dice obispo Daniel Turley, que recuerda cómo mientras otros estudiantes se iban a estudiar a sus habitaciones, Prevost buscaba conversación sobre las necesidades de la gente de la diócesis de Turley. "De todos ellos, él era el que tenía una mayor vocación comunitaria", dice el obispo.
Una vez graduado en la CTU, Prevost hizo la profesión solemne de sus votos y fue posteriormente invitado a estudiar derecho canónico en Roma, cuando San Juan Pablo II daba sus primeros pasos en el pontificado.
Más tarde, Prevost llegó como pastor agustino a Chulucanas, en el norte rural de Perú, en 1985, con 30 años, donde fue enviado por su experiencia académica en derecho. Entonces acababan de tener lugar las inundaciones de El Niño. Los muertos y damnificados eran muchos y él no dudó en volcar todos sus esfuerzos en reconstruir la región.
"Cuando eres misionero, simplemente aprendes a hacer de todo, desde electrónica hasta mecánica automotriz”, dijo el mismo Prevost en 2024.
"Esas son las experiencias de vida que te dan la fuerza para seguir adelante, que te llenan", dijo el obispo Turley, entonces superior de Prevost. "Como joven sacerdote, vivir eso y ver lo hermoso que es, lo pobre que puede ser la gente, y al mismo, toda la bondad y el poder de la unión de las personas, y las cosas maravillosas que pueden lograr si empiezas a romper prejuicios y divisiones".
Muy pronto, Prevost fue nombrado superior provincial de los Agustinos del Medio Oeste en 1998 y superior general de la orden en el 2001, cargo que le exigiría trasladarse de nuevo a Roma.
Sus pasos se acercaban cada vez más al pontificado. Tras una estancia en Chicago, el Papa Francisco le llevaría de vuelta a Perú, en esta ocasión como obispo, sucediéndose así el ya icónico “de Chicago a Chiclayo”.
Allí enfrentó resistencias internas, pero también recibió la cálida acogida de los fieles y asistió a urgencias humanitarias como la crisis de Venezuela y su millón y medio de refugiados y solicitantes de asilo.
La educación de Prevost y su amplio trabajo de campo entre personas que apenas contaban con recursos para protegerse de las dificultades fue quizás lo que impulsó al Papa Francisco a elevar rápidamente su posición en el Vaticano durante los últimos años de pontificado, escribe Luscombe.
En 2023, Prevost fue nombrado cardenal y volvió de nuevo al Vaticano, donde desempeñó funciones cada vez más importantes en la curia -la última de ellas la prefectura del Dicasterio para los Obispos- hasta el anuncio de su elección en mayo.
Cuando Galetto vio a su amigo agustino salir al balcón de San Pedro reflexionó sobre la misteriosa conexión entre el comienzo de su historia y su último capítulo, que ahora vivía.
“Empezamos en el mismo lugar hace 40 años. Aquí estoy, grapando papeles en una parroquia porque tenemos un servicio de oración y él yendo a hablar con Putin sobre la guerra en Ucrania. Dios tenía un plan para él y para mí”.
Luscombe concluye su extenso reportaje mencionando de nuevo a los visitantes y seguidores que invaden la paz de Bob Prevost, hermano de León XIV. Conforme pasan las semanas, observa que un nuevo perfil aparece con frecuencia en su puerta y que ven en León “una señal”. “Gracias a mi hermano, vuelven a la iglesia. Dicen: 'He estado fuera mucho tiempo. Y me gustaría volver´”, concluye el hermano del pontífice.
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