«No tenía ninguna relación con Jesús. No era feliz y sabía que buscaba algo, pero no sabía qué»
La hermana Paulina Porczyńska asegura que dos conversaciones ocurridas hace ahora 23 años la llevaron a dejar atrás su vida punk para dedicarse a servir a Dios y a los niños.
Aunque nació en Zary, una ciudad polaca fronteriza con Alemania y en un país mayoritariamente católico, Paulina nunca llegó a conocer la fe en profundidad dentro de su familia. "Mis padres y mis hermanas mayores no eran creyentes. Nadie me habló de Jesús ni de cómo rezar", recuerda. Por eso, cuando decidió dejar de ir a la iglesia, "nadie se opuso".
"Me sentía fuera de lugar"
La infancia quedó atrás y, con la llegada de la adolescencia, su vida tomó un rumbo distinto: "Al comenzar la secundaria, conocí a gente bastante alocada y me convertí en lo que se podría llamar una punk. Seguí así casi hasta el final de la secundaria", relata.
Como ocurre cada verano en Polonia, miles de fieles peregrinan al santuario de la Virgen Negra de Częstochowa. Paulina, aún sin ser practicante, decidió unirse con unas amigas a una de estas peregrinaciones.
Los primeros días no fueron sencillos: caminar cerca de dos semanas para cubrir unos 560 kilómetros y convivir con jóvenes que rezaban y cantaban todo el tiempo la hacía sentir fuera de lugar. "No tenía ninguna relación con Jesús. No era feliz y sabía que buscaba algo, pero no sabía qué".

"Al comenzar la secundaria, conocí a gente bastante alocada", dice.
Observaba a su alrededor y veía sonrisas en todos. El jueves de aquella semana, frustrada, decidió hablar con un sacerdote franciscano que caminaba entre los peregrinos. Aquella conversación fue decisiva. "Me preguntó: '¿Quieres confesarte?', y respondí que no sabía si quería, pero sí que no podía vivir así". Aceptó confesarse y lo vivió como "la experiencia más hermosa" de su vida. Ese momento marcó su conversión.
De regreso a casa entendió que seguir con su antigua vida y permanecer con Jesús era incompatible. "Tenía que elegir… y elegí a Jesús", afirma.
Al verano siguiente, quiso repetir la peregrinación para buscar respuestas. En el mismo lugar donde había hablado con el sacerdote el año anterior, sintió que algo movía su interior. Un amigo le preguntó si se encontraba bien; ella no supo explicarlo. Fue él quien le sugirió que quizá debía plantearse una vocación religiosa. Aunque en ese momento respondió con incredulidad, la idea quedó grabada.
Tras volver, buscó un director espiritual. Él le aconsejó que su fe aún necesitaba madurar y que debía terminar sus estudios antes de ingresar en un convento. Paulina inició la carrera de Educación Infantil, pero nunca sintió que ese fuera su camino definitivo. Una conversación con un profesor reforzó esa intuición: "Creo que serías una gran hermana", le dijo, lo cual ella interpretó como una señal más.
Finalmente, tras dos años, decidió rendirse a lo que sentía en el corazón: "Renuncié a mi voluntad y le dije 'sí' a Dios".
Aún faltaba saber a qué congregación unirse. Lo descubrió durante un retiro al que la invitó una monja dominica. Mientras rezaba frente a un cuadro que representaba a la Virgen entregando el rosario a Santo Domingo, notó que el suyo era igual al de la pintura. En ese instante comprendió que su camino era ser dominica. Después de superar la resistencia inicial de su madre, se trasladó a Cracovia para iniciar su formación.
Profesó sus primeros votos como dominica en 2007 en Polonia, donde combinó su vida religiosa con su trabajo como maestra de niños con discapacidades y en guarderías. Más tarde, en Estados Unidos —donde hizo sus votos perpetuos en 2014— continuó enseñando Educación Infantil, una etapa por la que siente un cariño especial. "Son abiertos, cariñosos y alegres. Me recuerdan la belleza de las cosas sencillas", explica.
Le apasiona preparar a los pequeños para el jardín de infancia, pero aún más compartir con ellos la fe. "Rezar juntos, ir a misa o adorar a Jesús en la Eucaristía son momentos muy especiales". Confiesa que en este servicio recibe más de lo que da: "Siento el amor de Dios por mí a través de ellos. Me cuesta imaginarme haciendo otra cosa".


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