Nabil Antaki, laico de los Maristas azules, se negó a dejar la ciudad en guerra
El doctor Nabil Antaki se quedó con la rama médica de los Maristas durante los años de guerra en Alepo |
21 octubre 2017
Los centenares de voluntarios que han trabajado día y noche para garantizar la sobrevivencia de los otros, son muchos de los habitantes de Alepo, “verdaderos campeones de resistencia”. Lo cuenta Nabil Antaki, médico cristiano especializado en gastroenterología, en primera fila en la obra de socorro a los centenares de miles de víctimas de la guerra en Siria, que desde hace más de 6 años ensangrienta al país.
Nabil Antaki es un miembro laico de la orden de los Hermanos Maristas y es uno de los pocos doctores que se quedaron en la ciudad, entre la violencias del conflicto. El 70% de los médicos especializados han dejado el país.
El doctor Antaki nació en Alepo, está casado y tiene dos hijos que viven en EEUU. Se doctoró en la Universidad de San José en Beirut (Líbano) de los “Maristas azules”, una realidad que obra en el sector médico y se ocupa de los indigentes.
- ¿Cuál es la situación de la salud hoy en Siria, después de 6 años de guerra?
- En el último año la situación mejoró. Sin embargo, continuamos sufriendo los graves efectos causados por el embargo y por las sanciones contra el país. Por fortuna, las empresas farmacéuticas han reiniciado a funcionar con un cierto ritmo, gracias a la importación de productos de base desde India. Además, también los hospitales reinician garantizando una calidad de nivel general que se puede definir aceptable, gracias a la compra de equipamientos y estructuras médicas de fabricación china.
- Doctores y hospitales fueron uno de los principales objetivos del conflicto, en Alepo y en todo el país. ¿Cómo vivió su trabajo y su “misión” de médico en tiempos de guerra?
- Desde julio de 2012 a diciembre 2016, Alepo, la segunda ciudad de Siria y capital económica, con Raqqa y Deir el-Zor, fue el epicentro de la guerra y el lugar en el cual se registraron los peores sufrimientos. Los bombardeos cotidianos de los ejércitos rebeldes contra los barrios civiles de Alepo oeste han causado, cada día, numerosas víctimas. El 70% de los médicos especializados genéricos han dejado el país. Muchos hospitales han tenido graves daños, fueron casi del todo destruidos o incendiados. Hoy sólo hay 2 hospitales públicos en servicio en la ciudad.
»Es por esto que ya desde fines de diciembre de 2012, junto a colegas médicos y cirujanos del Hospital de San Luis, que pertenece a las religiosas de S. José de la Aparición y en colaboración con mi asociación, los “Maristas azules”, hemos iniciado un proyecto llamado “Los civiles heridos de guerra”. Con esta iniciativa hemos querido curar a todos los civiles afectados por hechos de guerra. Esta es la mejor estructura de la ciudad; ella da los tratamientos mejores y garantiza las mayores posibilidades de sobrevivencia. Hemos tratado a miles de heridos y salvado la vida de muchísimas personas. Nuestra misión es también curar y operar a enfermos y heridos en modo gratuito. El 80% más o menos de la población no tiene medios para curarse o cubrir los gastos sanitarios.
El doctor Nabil Antaki con un chico que ha perdido
las extremidades en la guerra
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- ¿La fe ayudó a enfrentar la guerra y vivir la cotidianidad?
- Mi fe en Cristo me dio la fuerza para quedarme en Siria y en Alepo, si bien tuve la posibilidad de dejar el país. Habría podido ir a vivir en los EEUU o en Canadá, donde por otro lado, ya viven mis hijos. Junto a mi esposa, hemos decidido que debíamosquedarnos aquí para ocuparnos de los heridos, ayudar a las familias a sobrevivir y nuestra presencia aquí habría sido una fuente de esperanza para todas las familias (cristianas y musulmanas) que se quedaron.
- Por su profesión habrá vivido momentos de gran intensidad y conmoción...
- Ciertamente, hay muchos acontecimientos que se imprimieron en modo indeleble en mi memoria: la muerte de hermano mayor, asesinado por los rebeldes en agosto de 2013. La evacuación de todas las familias cristianas-estamos hablando de casi 300 grupos familiares-del barrio de Jabal Al Sayde el Viernes Santo del mismo año. Además, falleció un colega mío, que lo mataron con un cohete mientras salía del hospital. Y la llegada de un centenar de personas, todos fieles de fe cristiana, llegadas a nuestra sede de los “Maristas azules”, en fuga a causa de los bombardeos.
- ¿Cuáles son los signos de esperanza?
- Recuerdo a los centenares de voluntarios que han trabajado día y noche para garantizar la supervivencia de otros. Estoy hablando también y sobre todo de la mayoría de los habitantes de Alepo. Son personas que han perdido todo: casas, autos, negocios, actividades, fábricas, trabajo, que han perdido a sus queridos-esposas, mujeres, hijos, hermanos y hermanas-y que han aceptado hacer cualquier tipo de trabajo con tal de sobrevivir. Personas que han vivido para poder calentarse y que no obstante todo encuentran siempre la fuerza para decir: “Gracias, mi Dios”.
- ¿Hay optimismo para el futuro de Alepo?
- Hoy nosotros somos más optimistas respecto al pasado. La vida cotidiana mejoró, gracias también al retorno de la distribución del agua potable y la electricidad, si bien todo está racionado, no obstante la finalización de los bombardeos contra Alepo. A nivel nacional, la casi eliminación de Daesh (Estado Islámico) es una gran fuente de optimismo. Algunos acuerdos locales de desescalada del conflicto y los planes de evacuación de los rebeldes de algunas zonas dejan filtrar un poco de esperanza para el fin de una guerra ya próxima.
(Publicado originariamente en la agencia AsiaNews, www.asianews.it)
Nabil Antaki en el canal católico francés KTO
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