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domingo, 2 de novembro de 2025

Confesionarios vacíos, un signo de la crisis de la Iglesia: qué hacer para que vuelvan a llenarse

La confesión es un sacramento al que muchos católicos les cuesta acudir

La confesión es un sacramento al que muchos católicos les cuesta acudir

Javier Lozano
J. Lozano / ReL  
17.08.2022 | 08:23  Actualizado: 

Uno de los grandes problemas de la Iglesia Católica en las últimas décadas y que explica buena parte de la secularización de Occidente ha sido el arrinconamiento de la confesión. Durante mucho tiempo se ha quitado importancia a este sacramento y los sacerdotes abandonaron los confesionarios. Como consecuencia, muchos católicos siguieron a sus pastores y al percibirlo como algo secundario dejaron de confesarse.

A diferencia de esta deriva, es importante destacar que en los lugares donde se está produciendo un reavivamiento de la fe la confesión es un elemento fundamental.

Pero todavía hoy existe un grave problema con un sacramento central, pues es común ir a una iglesia y no encontrar un confesor. ¿Los sacerdotes no confiesan porque nadie acude o los fieles no van porque no hay curas confesando? Sea una cosa o la otra, o una mezcla de las dos, la realidad es que buena parte de la solución de los males de la Iglesia llegará por el confesionario.

Para ayudar a muchos católicos que han abandonado la confesión o apenas recurren a ella, el sacerdote Tim McCauley, de la Archidiócesis de Ottawa y converso al catolicismo, ha querido desmontar viejos e inútiles argumentos contra este sacramento así como el miedo de acudir al confesionario.

El sacerdote Tim McCauley se convirtió al catolicismo y ahora es sacerdote en Ottawa

El padre Tim McCauley pide a los sacerdotes y también a los católicos más comprometidos “no limitarse a explicar la enseñanza de la Iglesia sobre los requisitos y beneficios del sacramento de la reconciliación. Necesitamos comprender el pensamiento de los numerosos católicos que evitan este sacramento. Tratemos de encontrarnos con ellos en el lugar de sus dudas y temores para aclarar su teología equivocada que les impide ir a confesar y tener una experiencia más profunda de la misericordia de Dios”.

En su opinión, hay varios motivos por los cuales hay católicos que no acuden a este sacramento:

-Están los que asumen que creen que la confesión implica admitir que son muy malas personas que han hecho cosas horribles.

-Los hay que piensan que la confesión regular significa pensar constantemente en los pecados cometidos recordando así todo el tiempo en qué han fallado.

- Muchos católicos rechazan la idea de desnudar su alma por miedo a abrirse y a ser juzgadas o castigadas de alguna manera.

Respondiendo a la primera de a las posibilidades, este sacerdote recuerda que “para aquellos que temen que la confesión les obligue a juzgarse a sí mismos como personas muy malas, necesitamos aclarar la naturaleza compleja de los seres humanos y cómo nos ve el Padre. El Padre nos ama como a sus hijos porque somos esencialmente buenos. Jesús mismo nos recuerda nuestro valor como hijos de Dios. ‘¿No se venden dos pajarillos por un as? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. De hecho, todos los cabellos de tu cabeza están contados. No tengas miedo; vales más que muchos pajarillos’. Jesús está confirmando que tenemos un valor inherente a los ojos de Dios”, recuerda el sacerdote.

En los lugares donde la fe se está reavivando la confesión es un elemento central

Por otro lado, el padre McCauley señala que “también poseemos una bondad fundamental como parte de nuestra naturaleza, por el mero hecho de que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Al mismo tiempo, también somos pecadores. Como resultado del pecado original, nuestra naturaleza ha sido herida y nos inclinamos hacia el mal y el pecado”.

Con respecto a la posibilidad de que la confesión implica obsesionarse y pensar en todo momento en los pecados, el sacerdote insiste en que si así fuera viviríamos una “obsesión por nosotros mismos y nos desanimaríamos todo el tiempo. Debemos confesar nuestros pecados y dárselos a Jesús, luego enfocarnos en Su amor, misericordia y perdón. Quizás por esta razón la Iglesia ‘renombró’ la confesión como el sacramento de la ‘reconciliación’, para enfatizar este mismo punto: nuestro enfoque no está en nuestros pecados sino en reconciliarnos con Dios y recibir Su misericordia”.

Pero también el padre McCauley habla de los católicos que tienen una imagen falsa de Dios y malinterpretan cómo Dios ve el pecado. “El pecado es una ofensa contra Dios”, explica, pero también cree que esto hay que entenderlo correctamente. Afirma que “no es como si Dios guardara celosamente su posición y privilegio y se sintiera ofendido de que sus criaturas se atrevieran a insultar su majestad desobedeciendo sus mandamientos y pecando contra Él. Esta es una imagen distorsionada de Dios. En el nivel más profundo, nuestros pecados afligen al Corazón de Jesús porque nuestros pecados nos hieren a nosotros y a otras personas”.

Por último, este sacerdote habla del caso de los católicos que temen abrir su alma en la confesión. Por ello, les recuerda que “Dios nos ama porque somos esencialmente buenos”, es decir, el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Pero considera que hay incluso una verdad más profunda: “Dios también nos ama como pecadores, como personas débiles que cometen errores y fracasan, que se hacen daño a sí mismos y a los demás”.

En la Iglesia hacen falta más santos como el Cura de Ars que dediquen horas al confesionario, y así acabará llenándose.

Así mismo, Tim McCauley afirma que “es difícil para la mayoría de las personas admitir su vulnerabilidad, debilidades y pecados. Podemos tender a ser como Adán, escondiéndonos de Dios porque nos sentimos desnudos y asustados. Pero es precisamente en nuestra vulnerabilidad, debilidad y pecados donde podemos experimentar plenamente lo mucho que somos amados y la profundidad de la tierna misericordia de Dios”.

En el fondo –prosigue- “todos tenemos la necesidad de sabernos amados cuando somos ‘malos’, cuando estamos en nuestro peor momento. Este es precisamente el tipo de amor que Cristo nos ofrece”.

Así, cualquier persona puede decir sin miedo: “aquí estoy Jesús. Estoy tan avergonzado. Estos son mis secretos más oscuros, mis pecados ocultos. Estas son mis debilidades y fallos como ser humano. ¿Cómo es posible que me ames con esta parte de mí? No sé si alguien más me amaría si supiera todo esto sobre mí”.

Sin embargo, cree que acudiendo con esta disposición arrepentida Dios diría: “Sí, hijo mío. Te amo hasta en tu peor momento. No vine a condenar al mundo, sino a salvarlo. Recuerda, durante mi tiempo en la tierra comí y bebí con pecadores. El mío es un amor misericordioso atraído por los más necesitados. Has confesado y te perdono. Vete en paz”.

(Artículo publicado originariamente en ReL en marzo de 2021)


A celebração da memória

Bom dia e um santo domingo para si!

Este sábado, Leão XIV encerrou o Jubileu do Mundo Educativo e desafiou escolas e universidades a serem “laboratórios de profecia”, lugares onde a esperança se vive, se narra e se repropõe. “Brilhai hoje como astros no mundo”, apelou o Papa.

Na mesma celebração, o Papa proclamou São João Henrique Newman (1801–1890) 38.º Doutor da Igreja e copadroeiro do mundo educativo, com São Tomás de Aquino — sublinhando a sua “estatura cultural e espiritual” e o contributo decisivo para a teologia.

Na solenidade de Todos os Santos, o pontífice pediu novos “construtores de fraternidade”, face às injustiças e guerras, recordando a alegria da comunhão dos santos como horizonte de esperança para a humanidade.

Hoje, Leão XIV preside à Missa no Cemitério de Verano, em Roma, às 16h00 (15h00 em Lisboa), gesto de oração e memória pelos que partiram.

Na rádio pública, o Programa ECCLESIA (Antena 1, 06h00) destaca a entrevista ao diácono Silvério Domingues, da Diocese de Coimbra: a Igreja deve estar “próxima de quem vive o luto, com atenção, escuta e esperança”. O programa ‘70×7’ deste domingo, transmitido na RTP2 pelas 17h30, é dedicado à comemoração dos Fiéis Defuntos e apresenta a morte sob a perspetiva de diferentes tradições religiosas, mostrando também o ‘Edifício Saudade’, em Lisboa.

Hoje arranca a Semana dos Seminários (02-09 de novembro), com o tema“Precisamos de ti!”. Da Guarda, D. José Miguel Pereira dirige-se aos jovens que querem “transformar o mundo, construir a paz, cuidar da Terra”; no Porto, D. Manuel Linda lança o desafio de pensar “o que é isso de ser padre”. Os subsídios pastorais já estão disponíveis online.

Despeço-me com votos de boas notícias, sempre,

Octávio Carmo

 



sábado, 1 de novembro de 2025

Todos los Santos: ¿desde cuándo es el 1 de noviembre y qué se quiso celebrar?

Procesión de todos los santos. Fra Angelico. National Gallery. Londres.

Procesión de todos los santos. Fra Angelico. National Gallery. Londres.



01.11.2021 | 10:10  Actualizado: 

Hoy 1 de noviembre celebramos los cristianos la fiesta de todos los santos. Y la pregunta que me formulo es: ¿de cuándo data dicha fiesta y desde cuándo la celebramos el 1 de noviembre? ¿qué es lo que realmente celebramos?

Todo parece indicar que el emplazamiento de la festividad el 1 de noviembre se lo debemos al Papa Gregorio III, que reina diez años entre el 731 y el 741. 

Algo que corrobora el gran hagiógrafo medieval Jacobo de la Vorágine en su magna obra Leyenda Dorada cuando nos dice: “Otro Papa, también llamado Gregorio, dispuso que en adelante esta fiesta se celebrase el primer día de noviembre”.

El cual, además, habría dedicado un oratorio con dicha advocación en lo que era ya entonces la basílica de San Pedro.

La fecha elegida no es casual. Nos lo cuenta el mismo Jacobo:

  • “Como era muchísima la gente que todos los años acudía a Roma para celebrar esta nueva solemnidad […] dispuso [el Papa Gregorio] que en adelante se celebrase el primer día de noviembre, fecha más conveniente; al estar ya recolectadas las mieses y efectuada la vendimia, Roma disponía de provisiones para abastecer a los peregrinos”.

Lo que nos habla además, de una festividad muy popular.

Según Jacobo de la Vorágine, la festividad, aunque celebrada en fecha diferente del 1 de noviembre, era sin embargo anterior al Papa Gregorio III, y habría que atribuír su instauración al Papa Bonifacio IV que, en el año 605, en tiempos del emperador Focas, habría consagrado al cristianismo, bajo la advocación de “la Santísima Virgen y todos los santos”, un templo pagano existente en Roma con los ídolos y deidades de las diversas ciudades y provincias bajo el poder imperial.

Testimonios de que ya se celebraba la festividad con anterioridad podrían encontrarse, según recoge la Enciclopedia Católica, en un sermón de San Efrén el Sirio datable en 373, y en la Homilía 74 de San Juan Crisóstomo, datable en 407.

De la Vorágine atribuye al mismo Papa Gregorio III la ampliación de la celebración a todo el orbe cristiano, si bien otros escritos atribuyen dicha ampliación a un Papa Gregorio, sí, pero no al tercero sino al cuarto, el cual en el año 835 habría solicitado al emperador Ludovico Pío, hijo de Carlomagno, su extensión a todo el Imperio bajo su jurisdicción, lo que tampoco es mucho decir, pues apenas hablamos del actual territorio francés y de parte del territorio alemán.

Como quiera que sea, la celebración pretende acoger a todos los mártires que no tienen una festividad específicamente dedicada. 

Una vez más, cedemos la palabra a Vorágine, quien nos dice:

  • “En la carta al lector que San Jerónimo a modo de introducción antepuso a su calendario, advierte que a excepción del primero de enero, no hay un solo día del año que no tenga asignados varios millares de mártires. Con razón pues la Iglesia, ante la imposibilidad de honrar individualmente a cada uno de los santos, dispuso que hubiese anualmente una fecha dedicada a venerarlos a todos colectivamente”.

De donde se colige que, al menos inicialmente, la intencionalidad de la fiesta no es sino la de rendir homenaje a los mártires del cristianismo, y sólo a los mártires, no a otro tipo de santo. 

El propio De la Vorágine cae en la cuenta de ello:

  • “Conviene advertir que cuando se hizo esta dedicación, no se había introducido aún en la Iglesia la costumbre de honrar con actos de culto a los confesores [esto es, los santos que no han pasado por el martirio]”.

Hoy, sin embargo, el espíritu de la fiesta trasciende el martirio, e incluso a las canonizaciones eclesiásticas, como demuestran las palabras de Juan Pablo II en la celebración de la festividad del año 1980:

  • “Cuando un día, uno preguntó a Jesús: ‘Señor, ¿son pocos los que se salvan?’, Él no respondió directamente; sin embargo, aun recordando la necesidad de ‘entrar por la puerta estrecha', prosiguió: ‘Vendrán de Oriente y de Occidente, del Septentrión y del Mediodía, y se sentarán en la mesa del reino de Dios’” (Lc 13, 22 a 29).

Se considera entonces “santo” no sólo a aquéllos que tienen un lugar en el santoral de la Iglesia, sino a todos aquellos de los que sin ser necesariamente conocedora la Iglesia, gozan ya del cielo junto al Creador. O en otras palabras, todos aquellos que, según la doctrina cristiana, no se hallan ni en el infierno ni en el purgatorio.

Que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos.

Dedicado a mi gran amigo Werner, a quien le debía esta respuesta.

©L.A.