Un hermoso vídeo cuenta la historia de Francis y Travis, que agradecen a sus padres la vida de fe en la que crecieron.

La familia Ang al completo: de izquierda a derecha en la foto, Frankie (padre), Francis (hermano mayor), Travis (hermano menor) y Margot (madre).
¿Es la historia de dos vocaciones sacerdotales o es la historia de un hogar católico? En el caso de esta familia, viene a ser lo mismo.
La diócesis de Orange (la de la célebre Catedral de Cristal en Garden Grove, California) ha producido un corto titulado Dos hermanos, una vocación [verlo más abajo] que tiene cinco protagonistas:
- el matrimonio formado por Frankie y Margot Ang;
- sus dos únicos hijos, Travis y Francis, ambos seminaristas;
- y su antiguo párroco y desde 2016 obispo auxiliar de la diócesis, Timothy Freyer.
La historia de los dos jóvenes solo se explica remontándonos a cuando sus padres ni siquiera se conocían.
"Dame un hombre temeroso de Dios".
Margot creció en una familia católica practicante. Cuando llegó la época de empezar a salir con chicos, en sus oraciones pedía algo muy definido: "Dame un hombre temeroso de Dios, con mi misma fe y mis mismos valores".
"Dios escuchó mi oración y me dio a Frankie", aclara. ¡Y tanto...! Frankie era hombre de misa diaria desde su adolescencia.
Acabaron casándose, con una prioridad muy clara: “La fe es el fundamento y el pilar de nuestra vida”. A los cinco años de matrimonio llegó Francis y tres años después, Travis: “Vimos su nacimiento como una bendición de lo Alto”.
Les educaron cristianamente, porque ambos coinciden en que:
- “Tienes que practicar lo que predicas o lo que predicas se desvanecerá” (Margot);
- “Si la fe no se pone en práctica, está muerta” (Frankie).
Él tiene un negocio propio, una academia de clases particulares. Ella trabaja como enfermera en un hospital. Dice que no es una madre autoritaria, sino flexible: “Pero en lo que respecta a la fe, fui firme con ellos. Pedí a mis hijos ir a misa el domingo sin excusa alguna”. A veces cumplir el precepto dominical con ellos le exigía acudir desde el centro sanitario agotada tras el turno de noche, pero no faltaba ni les permitía faltar: “Intentamos enseñarles que [la fe] no es solo el domingo, es todos los días, porque todos los días son una bendición y una oportunidad de ser una bendición para los demás”.
Frankie completa el panorama que vivían en su hogar: rosario en familia, oraciones de la mañana y de la noche y antes y después de las comidas: “Dábamos importancia a las festividades de la Santísima Virgen y de los santos y nos asegurábamos de empezar los cumpleaños con la Santa Misa”.

Cuando los chicos cumplían años, la familia Ang empezaba el día con una misa y la celebración venía después.
Lo corrobora el obispo auxiliar de Orange, Timothy Freyer, que fue su párroco. Llegó a la parroquia de San Bonifacio en Anaheim (California) en 2003 y allí se encontró una familia “normal en muchas cosas” y de actitudes “alegres y amables”, pero “con una prioridad: la misa, la oración, vivir moralmente… es lo que transmitían los Ang a Francis y a Travis. Siempre estaban en la misa de once, siempre a tiempo, siempre preparados, siempre en actitud piadosa”.
Dos caminos muy distintos al seminario
La historia de vocación de ambos hermanos es muy distinta.
Francis, el mayor, entró en el seminario de San Juan en Camarillo (California) hace siete años, al poco de empezar su educación universitaria. Travis acaba de hacerlo tras varios años trabajando.

El obispo Freyer guio la vocación de Travis (a la izquierda de la foto) y Francis: 'Sin él no estaríamos aquí', reconocen los hermanos.
Ambos contaron con el consejo del hoy obispo Freyer, que de niños les reclutó como monaguillos. Y contaron, sobre todo, con el respaldo familiar.
Ayudar a los demás para la eternidad
La vocación de Francis empezó en su primer año de college. Le gustaban las ciencias, en particular la biología, y las matemáticas, pero no sabía qué hacer con su vida. Tenía sin resolver las "preguntas esenciales": “Desanimado, en un momento de crisis le dije a mis padres: creo que quiero ser sacerdote”.
Frankie recuerda esa sensación: “Me senté, porque me temblaban las rodillas. Le dije: si tienes vocación, no puedes decirle que no a Dios. Te apoyaremos”.
Le aconsejaron terminar el año en el college, que incluía prácticas de enfermería en el hospital, que le dieron “una visión distinta de la realidad”, donde estaban muy presentes la enfermedad y la muerte.
Y esto dio un argumento al párroco Freyer cuando le consultó: “Recuerdo hablar con Francis y explicarle que esta vida es importante, sí, pero al final es en la eternidad en lo que tenemos que centrarnos. Le dije: ¿qué va a dar sentido a tu vida durante los próximos veinte, treinta, cuarenta años? ¿Ayudar a alguien temporalmente [con su salud] o ayudar a alguien para la eternidad?”
Y dijo Dios: "Ya es hora de que me tomes en serio"
El caso de Travis es distinto, porque ha decidido dar el paso más cerca de la treintena.
Tenía 27 años y estaba contento con su vida, pero quería estar seguro de hacer la voluntad de Dios: “Dame un signo al que no pueda decir que no”, Le pedía. Y conoció una chica. Eso le dejó contento, porque, interpretado como una señal, era lo que le hacía sentir más cómodo.
Sin embargo, rompieron al cabo de un tiempo y él, lejos de sentir el corazón roto, experimentó un sentimiento de calma: “Sentí como que Dios me decía: Te di lo que querías, ahora ya es hora de que me tomes en serio”. Fue a la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en Ciudad de México y oró ante ella: “Lo que quieras de mí, lo que tu Hijo quiera de mí, lo escucharé”. Y nació la idea del seminario.
A sus padres les sorprendió, porque de Travis no se lo esperaban, su talante era muy distinto al de su hermano: “¿Estás hablando en serio?”, le dijeron cuando se lo comunicó. Pero, por supuesto, le apoyaron.
- 'Two brothers, one calling [Dos hermanos, una vocación]' es un reportaje de veinte minutos producido por los responsables de vocaciones de la diócesis de Orange.
Emoción bidireccional
“Son los dos únicos hijos que tenemos”, comenta su padre con la voz entrecortada por la emoción.
La emoción no es menor en los hijos.
“Mis padres fueron un regalo para mí", evoca Francis, "fueron la representación del amor de Dios por mí, de que Dios estaba ahí. Fueron ejemplo vivo de sacrificio por amor, de padres que dan todo a sus hijos, no solo económicamente, sino su tiempo”.
Travis coincide: “Siempre estaban ahí para darnos su tiempo, para darnos su amor. Mi padre nunca se rindió conmigo. Eso me ayudó a decidir en todo lo que hice”.
Los consejos del obispo
Francis estaba “asustado” cuando se acercaba la fecha de entrar en el seminario, cuenta su madre. Y nervioso.
“Es normal estar nervioso”, comenta el obispo, “porque estás adquiriendo un gran compromiso”: “Yo le recordé que el demonio, como padre de la mentira, intentaría atacarle. ‘Te dirá que no eres lo bastante bueno, te recordará esto o lo otro, los atractivos del mundo’. Tuvimos una conversación sobre la confianza en que el Dios que te ama no dejará de apoyarte. 'Todo lo que tienes que hacer es dar el paso sin importarte estar nervioso', le dije… Veo en él esa virtud heroica. Es un gran signo de un hombre llamado al sacerdocio el estar dispuesto a dejar tu vida al coste que sea para dedicar tu vida a la gloria de Dios. Creo que Travis sería un buen marido y un buen padre, y las cualidades que te hacen ser un buen marido o un buen padre son las que te hacen ser un buen sacerdote: empatía, amabilidad, comprensión, capacidad de sacrificio”.
“Yo les decía”, recuerda el prelado: “Simplemente rezad y preguntadle a Dios qué quiere de vosotros. Porque lo que Dios quiere para ti es lo que más feliz te hará”.
Freyer atribuye una gran parte de estas dos vocaciones a la "cultura de fe" que han vivido en su casa, que recuerda como un hogar tan piadoso como alegre: "La alegría es un signo de la presencia de Dios. Cuando hay alegría, hay gratitud, lo que nos recuerda que Dios nos ha bendecido y que no estamos solos".

El obispo Freyer destaca la alegría a pesar de las dificultades como signo de la presencia de Dios en una familia e incentivo para la gratitud.
Hijos con vocación: el consejo de Frankie y Margot
En el vídeo, Frankie y Margot se dirigen a otros padres que puedan estar en su mismo caso, de un hijo que siente la llamada de Dios.
“Sed valientes”, dice Margot: "Abrid sus corazones, plantad la semilla, regadla con amor y dejad que Dios la haga crecer”.
“Miedo siempre tendréis”, completa Frankie, “pero será retribuido cien veces. Dios te bendecirá más. Si Dios no llama a tu hijo o hija, ya se lo hará saber. Pero imagina que hay vocación y no la apoyas… es lo peor que podrías hacerle experimentar a tu hijo”.
Ese apoyo que sintió desde el primer momento es lo que más les agradece Francis: “Gracias por mi vida. Gracias por enseñarme todo lo que sé. Gracias por enseñarme cómo ser una persona honesta y respetable, pero sobre todo gracias por la fe de la que me habéis empapado. Gracias por enseñarme quién es Jesucristo”.


