«Laico mexicano, mártir de Cristo Rey. Junto al beato Anacleto
González lideró la asociación católica. Fue impulsor de la prensa
católica; fundó la sociedad de Propagación de la Buena Prensa»
Beato Miguel Gómez Loza (Santuario de los Mártires de Cristo) |
(ZENIT – Madrid).- La intensa vida de este laico,
altamente comprometido con la Iglesia, se inició el 11 de agosto de 1888
en Paredones, Jalisco, México, en el seno de una humilde familia de
campesinos. La exquisita tutela ejercida con su madre Victoriana, unida a
un infinito agradecimiento por haberle dado la vida, hizo que él y
Elías, el primogénito y su único hermano, alteraran el orden de sus
apellidos cuando ya el cabeza de familia había muerto y Elías se
disponía a ingresar en el seminario. También influyó en las decisiones
que Miguel tuvo que tomar relacionadas con su futuro, en particular sus
estudios, ya que eso suponía tener que abandonar la aldea donde vivían y
dejar sola a la madre que dependía de él. Un gesto que da idea de la
sensibilidad de este gran hombre, que iba a coronar con su sangre su
amor por Cristo y la Iglesia.
Era valeroso, audaz, creativo, apasionado, coherente y
fiel. No le costó acceder a misiones de responsabilidad dentro de los
movimientos defensores de la Iglesia. Hermanado con el también beato
Anacleto González, ambos lideraron la Asociación católica siendo
referentes ineludibles para los jóvenes mexicanos. La huella que había
dejado en su parroquia como acólito, catequista y sacristán, unida a su
actividad como promotor de acciones que repercutían en el bien de los
vecinos, como el establecimiento de cajas de ahorros, ponían de relieve
su valía.
Ingresó en el seminario de Guadalajara, que abandonó al
constatar que no tenía vocación para el sacerdocio, y cursó derecho.
Pero, poco antes, en 1913, marcando una época de febril actividad se
afilió al Partido Católico Nacional y al grupo estudiantil de La
Gironda. Anacleto y él, que fueron parejos casi hasta en la muerte, se
vincularon a la Congregación Mariana del Santuario de San José de Gracia
y asumieron la dirección de la Unión Latinoamericana, que se había
creado entonces. Hombre idealista, llevado de su pasión y ardor
apostólico, Miguel no dudaba en enfrentarse a quien se pusiera en contra
de los principios cristianos. Eso le acarreó disgustos y contratiempos,
entre otros, un arresto. Siendo estudiante universitario en Morelos el
celo que le caracterizaba le llevó a mostrar su frontal oposición a las
tesis sostenidas por un partidario del presidente Juárez. Si había que
ir lejos, lo hacía. Esa fue la tónica de su vida.
Impulsó la prensa católica y fundó la sociedad de Propagación de la
Buena Prensa. Siendo uno de los instauradores de la Asociación católica
de la juventud mexicana, desde ella siguió promoviendo numerosas
acciones sociales y editoriales marcadas por la aparición de diversas
publicaciones. Su papel activo en defensa de la fe eclesial seguía
ocasionándole problemas, en este caso, profesionales. De hecho, no logró
que avalaran sus estudios con el título acreditativo correspondiente.
Aún así, continuó luchando sin desmayo.
Contrajo matrimonio con Mª Guadalupe Sánchez Barragán a finales de
1922. De él nacerían tres hijas. Establecido con su familia en los Altos
de Jalisco se integró en la parroquia y desplegó su buen hacer entre
los vecinos, granjeándose su respeto y afecto. Fue testigo de la
bendición de la primera piedra del monumento dedicado a Cristo Rey que
pensaba erigirse en Guanajuato. Ello se produjo en un momento difícil
desde el punto de vista político, que fue derivando progresivamente a
situaciones de alta incomodidad y serio riesgo para su vida. Sufrió el
destierro instigado por el alcalde de Arandas, de manera arbitraria e
injusta, sin que mediara juicio alguno. Durante tres meses tuvo que
afincarse en Jalpa de Cánovas siendo, como siempre, ardiente y activo
promotor de los valores cristianos.
De regreso a Guadalajara ingresó en la Adoración Nocturna del
Santísimo Sacramento. Cuando en 1924 el gobernador de Jalisco decretó el
cierre del seminario, tuvo en Miguel un bravo competidor a través de la
Unión Popular fundada por él junto a Anacleto en 1925. Llegó a oídos de
la Santa Sede su excepcional labor y le otorgó la cruz Pro Ecclesia et
Pontifice, siendo galardonados también sus compañeros. En febrero de
1926 volvió a ser encarcelado y prosiguió una encendida labor apostólica
orando junto a los reclusos y difundiendo la Palabra de Dios. En abril
salía de la cárcel, cuando fue nuevamente apresado por la policía
secreta. En ese instante se libró, puede que hasta de una muerte segura,
por la mediación ejercida por un puñado de amigos. Una vez se vio en la
calle lideró un movimiento de jóvenes afines a la Unión Popular que
partieron dispuestos a todo con el fin de establecer sus principios en
distintos lugares. Todo ello en medio de una precariedad económica
seria, impuesta por el boicot del que eran objeto.
El hermano de Miguel falleció a finales de diciembre de 1926. Y en
enero del año siguiente éste partió hacia los Altos. Se unió a una vía
de resistencia pacífica contra el estado, que se había empeñado en poner
contra las cuerdas a los seguidores de Cristo. Nombrado gobernador de
Jalisco en abril de 1927, se estableció en la Presa de López sosteniendo
con firmeza la fe de la gente, al tiempo que mantenía activa la revista
«Glaudium». Hizo de comisario castrense entre los afiliados del
movimiento que presidía, y congregó a los cristeros en octubre de ese
año para celebrar unidos la festividad de Cristo Rey.
En los primeros meses de 1928 el modo de sostener la
resistencia emprendida por los católicos parecía estar más o menos bajo
control. Sin embargo, el 21 de marzo, hallándose en un lugar cercano a
Atotonilco, no pudo impedir que unos militares federales le asesinaran
acribillado a balazos por el pecho y por la espalda, junto a su
secretario Dionisio Vázquez. Antes intentó destruir la documentación que
revelaba la identidad de los integrantes que conformaban su grupo. Juan
Pablo II lo beatificó el 20 de noviembre de 2005 junto a otros mártires
mexicanos incluido Anacleto.
in
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