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sexta-feira, 18 de novembro de 2016

Papa Francisco: quien sigue a Jesús no hace caso a los horóscopos.

El Papa Francisco ha animado a que de «entre las muchas voces que se oyen, el Señor nos invita a distinguir lo que viene de Él y lo que viene del falso espíritu» y de la importancia de «distinguir la llamada llena de sabiduría que Dios nos dirige cada día del clamor de los que utilizan el nombre de Dios para asustar, alimentar divisiones y temores». Lo leemos en InfoCatólica.

En la homilía del papa Francisco en el Jubileo de las personas socialmente excluidas celebrada el pasado 13 de noviembre en la basílica de San Pedro, último evento antes del cierre del Año Santo de la Misericordia, ha señalado que «el que sigue a Jesús no hace caso a la frivolidad de los horóscopos, a las predicaciones y a las predicciones que generan temores, distrayendo la atención de lo que sí importa».

El Papa ha animado a que de «entre las muchas voces que se oyen, el Señor nos invita a distinguir lo que viene de Él y lo que viene del falso espíritu» y de la importancia de «distinguir la llamada llena de sabiduría que Dios nos dirige cada día, del clamor de los que utilizan el nombre de Dios para asustar, alimentar divisiones y temores».

Nos recuerda que la solución a los temores de cada día no es acudir a estos falsos maestros sino sólo a Jesús: «Jesús invita con fuerza a no tener miedo ante las agitaciones de cada época, ni siquiera ante las pruebas más severas e injustas que afligen a sus discípulos. Él pide que perseveren en el bien y pongan toda su confianza en Dios, que no defrauda», mientras nos recuerda la Escritura en donde Dios nos promete «Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá», porque «Dios no se olvida de sus fieles, su valiosa propiedad, que somos nosotros».

Dios como centro de la vida cristiana
El Papa también ha recordado que Dios debe ser el centro de nuestra existencia: «Usando una imagen, se podría decir que estas lecturas se presentan como un “tamiz” en medio de la corriente de nuestra vida: nos recuerdan que en este mundo casi todo pasa, como el agua que corre; pero hay cosas importantes que permanecen, como si fueran una piedra preciosa en un tamiz. ¿Qué es lo que queda?, ¿qué es lo que tiene valor en la vida?, ¿qué riquezas son las que no desaparecen? Sin duda, dos: El Señor y el prójimo. Estas dos riquezas no desaparecen. Estos son los bienes más grandes, para amar. Todo lo demás ―el cielo, la tierra, las cosas más bellas, también esta Basílica― pasa; pero no debemos excluir de la vida a Dios y a los demás».

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