Audiencia a la Conferencia Internacional de las Asociaciones de Empresarios Católicos
El Papa y UNIAPAC - © Osservatore Romano |
(ZENIT – Ciudad del
Vaticano).- El santo padre Francisco ha recibido este jueves en
audiencia en el Vaticano a los participantes en la Conferencia
internacional de las Asociaciones de empresarios católicos (UNIAPAC).
El Pontífice recordó a los presentes
que “todas las actividades humanas, también la empresarial, pueden ser
un ejercicio de la misericordia, que es participación en el amor de Dios
por los hombres”. Y señalando los riesgos de esta actividad indicó las
parábolas del ‘tesoro escondido en un campo’ y de ‘la perla preciosa’.
De este modo subrayó tres
factores: el riesgo de usar bien el dinero, el riesgo de la honestidad y
el riesgo de la fraternidad. Así como la frase ‘el dinero es el
estiércol del diablo’.
El Santo Padre quiso señalar que el
papa León XIII inició la doctrina social de la Iglesia, seguida después
por Pío XI, retomada por Pablo VI y citó también a san Juan Pablo II.
Las riquezas son buenas –aseveró el
Pontífice– cuando se ponen al servicio del prójimo, de lo contrario son
inicuas. Por tanto, “el dinero debe servir, en vez de gobernar”. Preciso
por eso que “el dinero es sólo un instrumento técnico de
intermediación” y que por lo tanto “no tiene un valor neutro”, sino que
“adquiere valor según la finalidad y las circunstancias en que se usa”.
Por ello advirtió que “cuando se afirma la neutralidad del dinero, se
está cayendo en su poder”.
Las empresas no deben existir para
ganar dinero, aunque el dinero sirva para medir su funcionamiento. “Las
empresas existen para servir”, señaló. Si bien reconoció que esto
“supone asumir el riesgo de complicarse la vida, teniendo que renunciar a
ciertas ganancias económicas”.
Sin olvidar que “el crédito debe ser
accesible para la vivienda de las familias, para las pequeñas y
medianas empresas, para los campesinos, para las actividades educativas,
especialmente a nivel primario, para la sanidad general, para el
mejoramiento y la integración de los núcleos urbanos más pobres”.
Lamentó así que “el crédito sea más
accesible y más barato para quien posee más recursos” y “más caro y
difícil para quien tiene menos, hasta el punto de dejar las franjas más
pobres de la población en manos de usureros sin escrúpulos”. Y esto
existe también a nivel internacional cuando “el financiamiento de los
países más pobres se convierte fácilmente en una actividad usurera”.
Este es uno de los grandes desafíos
para el sector empresarial y para los economistas en general, que “está
llamado a conseguir un flujo estable y suficiente de crédito que no
excluya a ninguno y que pueda ser amortizable en condiciones justas y
accesibles” dijo.
Sin olvidar que “también hará falta
la intervención del Estado para proteger ciertos bienes colectivos y
asegurar la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales”. E
ignorar esto – afirmaba Juan Pablo II– lleva a “una idolatría del
mercado”.
in
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