Con motivo de la “Jornada Holandesa” del Jubileo de la Misericordia
El papa con los peregrinos holandeses (Foto Osservatore Romano©) |
(ZENIT – Roma).- Esta mañana en el altar de la Cátedra de
la basílica de San Pedro, se ha celebrado una misa para los peregrinos
de los Países Bajos venidos a Roma en ocasión del Jubileo de la
Misericordia. Al final de la celebración eucarística, el Santo Padre ha
ido a la basílica para saludar a los participantes en la peregrinación.
Me alegra mucho –ha dicho Francisco– saludarles aquí, en la basílica
de San Pedro, con motivo de la “Jornada Holandesa” del Jubileo de la
Misericordia. Es hermoso que hayan venido juntos, pastores y fieles de
todas las diócesis neerlandesas, en una peregrinación común a Roma. De
esta forma manifiestan la vida y la comunión de la Iglesia en los Países
Bajos y la unidad con el sucesor de Pedro”.
“El Año Santo hace que entremos todavía más en relación con
Jesucristo, rostro de la misericordia del Padre. ¡Nunca llegamos a
agotar este gran misterio del amor de Dios! Es la fuente de nuestra
salvación: todo el mundo, todos nosotros necesitamos la misericordia
divina. Nos salva, nos da vida, nos vuelve a crear como verdaderos
hijos e hijas de Dios. Y nosotros sentimos la bondad salvadora de Dios
de forma particular en el sacramento de la Penitencia y Reconciliación.
La confesión es el lugar en que se recibe en don el perdón y la
misericordia de Dios. Aquí empieza la transformación de cada uno de
nosotros y la reforma de la vida de la Iglesia”.
“Abran los corazones y dejen que les plasme la misericordia de Dios;
así serán también ustedes instrumentos de la misericordia”, exhortó el
Papa a los peregrinos. “Abrazados por el Padre misericordioso que nos
ofrece siempre su perdón, serán capaces de testimoniar su amor en la
vida diaria. Los hombres y las mujeres de hoy tienen sed de Dios, tienen
sed de su bondad y de su amor. Y ustedes también, “canales” de la
misericordia, pueden ayudar a aplacar esta sed; pueden ayudar a tantas
personas a volver a descubrir a Cristo, Salvador y Redentor de la
humanidad. Como discípulos misioneros de Jesús pueden “irrigar” a la
sociedad con el anuncio del Evangelio y con la caridad, sobre todo con
los más necesitados y las personas abandonadas a sí mismas”.
Al final de su breve saludo, el Santo Padre confío a los peregrinos y
a toda la Iglesia de los Países Bajos a la protección maternal de María
Santísima, Madre de la Misericordia, bendiciéndoles y pidiendo que
rezasen por él.
in
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