En el consistorio para la creación de 17 nuevos cardenales,
Francisco les pide cuidar en su corazón y en el de la Iglesia la
“invitación a ser misericordioso como el Padre”
El Papa Francisco y el cardenal Ernest Simoni - © Osservatore Romano |
(ZENIT – Ciudad del
Vaticano).- “El camino al cielo comienza en el llano, en la
cotidianeidad de la vida partida y compartida, de una vida gastada y
entregada”. Así lo ha recordado el papa Francisco a los neo cardenales,
en el consistorio que se ha celebrado esta mañana en la
Basílica Vaticana, para la creación de 17 nuevos cardenales. El nuevo
cardenal deLesotho, Sebastian Koto Khoarai, no ha podido viajar hasta
Roma por razones de edad. En el rito del consistorio se realiza la
“imposición de la birreta”, “la entrega del anillo” y la “asignación de
título o diaconía”.
En la apertura de la celebración, el
nuncio en Siria, Mario Zenari, ha sido el encargado entre los nuevos
cardenales de dirigir un saludo de agradecimiento al Santo Padre en
nombre de todos. Por su parte,
el Santo Padre ha asegurado en su discurso que “nuestra cumbre” es “esta
calidad del amor”, “nuestra meta y deseo es buscar en la llanura de la
vida, junto al Pueblo de Dios, transformarnos en personas capaces de
perdón y reconciliación”.
Así, el Pontífice ha dicho a los
nuevos cardenales que hoy se les pide cuidar en su corazón y en el de
la Iglesia “esta invitación a ser misericordioso como el Padre”. Como
Iglesia –ha subrayado el Papa– seguimos siendo invitados a abrir
nuestros ojos para mirar las heridas de tantos hermanos y hermanas
privados de su dignidad, privados en su dignidad”.
Además, ha recordado que el llamado
de Jesús a los apóstoles va acompañado de un “ponerse en marcha”. En
vez de mantenerlos en lo alto del monte, “los lleva al corazón de la
multitud, los pone en medio de sus tormentos, en el llano de sus vidas”.
Una invitación –ha explicado– acompañada de cuatro imperativos que
el Señor les hace para plasmar su vocación en lo concreto, en lo
cotidiano de la vida. Son “cuatro etapas de la mistagogia de la
misericordia”: amen, hagan el bien, bendigan y rueguen.
De este modo, el Santo Padre ha
asegurado que estas cuatro acciones las realizamos fácilmente con las
personas cercanas en el afecto pero, el problema surge cuando Jesús
indica los destinatarios de estas acciones: “amen a sus enemigos, hagan
el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen
por los que los difaman”. Por eso ha lamentado que frente a los enemigos, “nuestra actitud primera e instintiva es descalificarlos, desautorizarlos, maldecirlos”.
En esta línea, el Santo Padre ha
querido subrayar que “en el corazón de Dios no hay enemigos, Dios tiene
hijos”. Nosotros –ha indicado– levantamos muros, construimos barreras y
clasificamos a las personas. Sin embargo, “el amor de Dios tiene sabor a
fidelidad con las personas, porque es amor de entrañas, un amor
maternal/paternal que no las deja abandonadas, incluso cuando se hayan
equivocado”. Además, ha asegurado que “el amor incondicional del Padre”
ha sido y es “verdadera exigencia de conversión para nuestro pobre
corazón que tiende a juzgar, dividir, oponer y condenar”.
El Pontífice también ha aprovechado
para señalar que vivimos en una época en la que resurgen epidémicamente
“la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver
los conflictos”. Por eso ha advertido de que muchas veces se considera
enemigo a una persona “por venir de una tierra lejana o por tener otras
costumbres”, “por su color de piel, por su idioma o su condición
social”, “por pensar diferente e inclusive por tener otra fe”. Y sin
darnos cuenta –ha observado– esta lógica se instala en nuestra forma de
vivir, de actuar y proceder.
En esta misma línea, ha observado
cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento “se siembran por este
crecimiento de enemistad entre los pueblos, entre nosotros”. Por eso, ha
reconocido que “el virus de la polarización y la enemistad se nos
cuela en nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar”. De este
modo, “tenemos que velar para que esta actitud no cope nuestro
corazón”, porque iría “contra la riqueza y la universalidad de la
Iglesia” que podemos palpar en este “Colegio Cardenalicio”.
Al finalizar sus palabras, el
Pontífice ha leído la fórmula de creación y ha proclamado solemnemente
los nombres de los nuevos cardenales, anunciando el orden presbiteral o
diaconal asignado. El rito ha proseguido con la profesión de fe de los
nuevos cardenales delante del pueblo de Dios y el juramento de fe y
obediencia al papa Francisco y sus sucesores.
Los nuevos cardenales, según el orden
de creación, se han arrodillado delante del Santo Padre que les impone
el solideo y la birreta cardenalicia, entrega el anillo y asigna a cada
uno una iglesia de Roma “como signo de participación a la preocupación
pastoral del Papa” en la ciudad. Finalmente, después de la entrega de la
Bula de creación cardenalicia y de asignación del Título o de la
Diaconía, el Santo Padre intercambia con cada nuevo cardenal el abrazo
de paz.
in
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