«Polaca, fundadora de las Hermanas de la Sagrada Familia de
Nazaret. Un ejemplo de tenacidad y fe en defensa del ideal religioso.
Abrió casas en Europa y Estados Unidos. Es patrona de la misión católica
polaca en Inglaterra y Gales»
Beata María de Jesús, el Buen Pastor (Franciszka Siedliska) (Wikimedia) |
(ZENIT – Madrid).- Hoy, festividad de la
Presentación de la Virgen María, la Iglesia también celebra la vida de
Franciszka Anna Józef. Nació el 12 de noviembre de 1842 en el castillo
polaco de Roszkowa Wola, lugar cercano a Varsovia. Era la primogénita
del matrimonio de terratenientes compuesto por Adolf Siedliska y Cecilia
Mariana Morawska. Los Siedliska tenían lazos de parentesco con
aristócratas polacos que se hallaban en la zona rusa. El abuelo materno
de la beata era ministro de finanzas.
El ambiente que rodeó su infancia, tal como le ocurrió a
la mayoría de sus contemporáneos, cedía al influjo de las ideologías
políticas del momento. El aire que se respiraba en su hogar estaba
teñido por un cierto liberalismo en el que la fe ocupaba un papel muy
secundario. Ella y su hermano Adam simplemente recibieron la educación
que correspondía a su alcurnia. Sin embargo, Franciszka no era ajena al
hecho religioso. Su institutriz le había familiarizado con la oración, y
de alguna forma fue su guía hasta que se produjo su muerte. Con esta
sensibilidad espiritual en carne viva, cuando tenía 9 años al ver a su
madre gravemente enferma no dudó en solicitar insistentemente la gracia
de su curación a la Virgen de Czestochowa. Y poco tiempo después, en
1854, tuvo la fortuna de tomar contacto con el padre Leander Lendzian,
un capuchino lituano que residía en Varsovia, ciudad en la que Cecilia
se encontraba en periodo de restablecimiento, residiendo en casa de sus
padres.
Este religioso, que tuvo gran influencia en la vida de
Franciszka (fue su director espiritual hasta 1879), la preparó para
recibir los sacramentos de la comunión y la confirmación, momento en que
decidió consagrarse. La noticia cayó como un jarro de agua fría en el
hogar de los Siedliska; sus padres tenían planes diametralmente opuestos
a los suyos. En particular, su progenitor no le daba otra alternativa
que la de contraer matrimonio con una persona de similar posición.
Aparentemente la joven se plegaba a su voluntad; les acompañó en un
largo viaje por Europa en el transcurso del cual se perfilaron
claramente los puntos de vista de uno y de otra. Adolf, su padre,
insistió hasta la saciedad en la tesis del ventajoso matrimonio, y ella,
que había heredado su fuerte carácter, replicó mostrando su férrea
decisión de seguir a Cristo.
Tanta carga de tensión emocional terminó por afectarle a
su madre y a ella. En su caso se temió que hubiera podido contraer la
tuberculosis. Mientras visitaban médicos afamados y recibía tratamientos
en balnearios de Alemania, Austria, Francia y Suiza, hubo una
insurrección que obligó a su padre a dejar Polonia. Fue el momento de la
conversión de la beata. Su hermano Adam falleció en 1860, parece que a
consecuencia de un accidente. Cuatro años más tarde, hallándose en
Cannes a la espera de que su padre la autorizara a ingresar en la vida
religiosa, Franciszka privadamente consagró a Cristo su castidad. Cuando
pudieron regresar a su domicilio se comprometió como terciaria
franciscana. Adolf murió en 1870 y ella tenía vía libre para
materializar su consagración, alentada por Lendzian. Nuevo veto, en este
caso debido a su precaria salud, le impidió dar el paso que anhelaba.
En abril de 1873 por sugerencia de este capuchino, que veía clara la
voluntad de Dios sobre ella, inició la fundación de la Congregación de
las Hermanas de la Sagrada Familia.
Fue secundada por su madre y dos terciarias
franciscanas de avanzada edad. Iniciaron una labor catequética teniendo
como centro de su consagración la adoración de Jesús Sacramentado. En
otoño, una vez que vio frustrados los intentos de poner en marcha la
obra en Polonia y en Lourdes, contando con la ayuda del padre Piotr
Semenenko, superior general de los resurreccionistas, viajó a Roma y
recibió la bendición de Pío IX, quien les dio vía libre para que
pudieran establecerse allí. La fundación vio la luz en 1875. El padre
Semenenko contribuyó también con su experiencia a la redacción de los
estatutos. Ambos asistían a los emigrantes. El lema de Franciszka fue el
fiat: «hágase tu voluntad». La primera comunidad tenía como modelo a la
Sagrada Familia, con un claro compromiso eclesial de unión con el Santo
Padre y la determinación a vivir la caridad que debía plasmarse en la
acción apostólica. El padre Semenenko las asistía espiritualmente.
En 1881 Franciszka fundó en Cracovia, y tres años más
tarde profesó tomando el nombre de María de Jesús, el Buen Pastor. Las
religiosas se dedicaban a enseñar el catecismo, preparando a los niños
para recibir los sacramentos. Progresivamente fueron abriendo otros
campos: la dirección de residencias e internados, el trabajo en
escuelas, en el ámbito sanitario, ayuda a los emigrantes e incluso la
acogida y crianza de niños de diversas nacionalidades, entre otras
acciones. En 1885 se fundó Chicago respondiendo a la petición de
prelados y sacerdotes para que asistieran a compatriotas polacos. Cuando
Franciszka murió el 21 de noviembre de 1902 a causa de una peritonitis,
dejaba 28 casas extendidas por distintos países, entre ellos, además de
los Estados Unidos, las ciudades de París y Londres. Fue beatificada
por Juan Pablo II el 23 de abril de 1989. En 1996 fue proclamada patrona
de la misión católica polaca en Inglaterra y Gales.
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